Entre Columnas
No preocuparse en absoluto de lo que la gente opine de uno mismo,
no solo es arrogancia, sino también desvergüenza.
Cicerón
“Los festejos finalmente son los festejos” pareciera decir el gobernante veracruzano ante las preguntas incómodas que reclaman respuesta y certidumbre sobre eventos específicos de los últimos días; “no voy a hablar de eso” dice, ataviado para el “rescate” de nuestras tradiciones, y se retira sonriente, pletórico. Bailar es lo que en realidad le gusta; las responsabilidades del ejercicio público, la administración, ser el gobernante, parece que nunca fue lo suyo y es evidente que lo que opinen de él no le importa en lo más mínimo.
Atestiguamos la banalización del ejercicio público al hacer de lado las responsabilidades que se supone tanto buscaban para marcar la diferencia y estar del lado correcto de la historia. Son las poses demagógicas del más viejo estilo. ¿Diferencias? Pareciera que ninguna, o tal vez sí, pero para peor.
El sexenio que se reclama forjador del orgullo veracruzano pasa prontamente a presentarse como un gobierno ausente, insensible, banal hasta la saciedad, incompetente y lleno de los lugares comunes de una retórica copiada hasta en la forma de hablar, pero muy lejana de la influencia y presencia de su creador, una trágica mala copia.
Termina otra gestión estatal con más pendientes y más problemas del Veracruz que recibió. Allí las “inéditas” prácticas de una mayoría del funcionariado directivo que día tras día fue dejando constancia de su errático comportamiento, de su reproducción y profundización de quehaceres marcados por la incompetencia, la opacidad, la petulancia, la reedición de privilegios y la presunción de manejos presupuestales nada lícitos.
Veracruz atribulado, desfondado en su infraestructura pública, en carreteras, educación y salud, sin apoyos agropecuarios, sin rumbo o promoción económica, dependiendo de los recursos federales que se entregan desde la política social o “los proyectos” que se impulsan desde el centro del país. Mientras, el jefe de la gestión estatal que devolvió millones de recursos no ejercidos a la federación, baila y festeja.
Seis años después de que llegaran “los diferentes”, queda claro que la “diferencia” venía con una gran porción de lejanía y falta de empatía hacia los pesares de miles de sus gobernados, indiferencia hacia los reclamos de desatención y abandono de mujeres, niñas y jóvenes que padecen acoso, desapariciones violaciones y muertes, respondiendo con cerrazón, desdén y molestia.
Muchos de dirán, desfachatadamente, que no es tan malo el resultado de la gestión porque en las recientes elecciones volvieron a ganar, es decir que terminan pero no se van, y es cierto cuantitativamente. Un nuevo equipo de “diferentes” llega a tomar el relevo, una estafeta, una vara tirada en el suelo. Van a enfrentarse a una condición veracruzana con retrasos profundos, buscando ocultar las evidencias de la fracasada gestión. Sin embargo a los que se van quien les puede quitar lo bailado y lo “conseguido” y como plus entienden que, pese a todo, se irán con el resguardo oficial.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Adiós a la División de Poderes. Adiós a la República.