Juegos de Poder
Pues sí, ganó Donald Trump la Presidencia en Estados Unidos.
Contra lo que se esperaba, no fue una elección apretada. De hecho, Trump logró algo sorprendente: ganar el voto popular. En víspera de los comicios, el consenso en las encuestas y las apuestas era que, independientemente de quien se llevara el mayor número de delegados del Colegio Electoral, Kamala Harris sacaría más votos que Trump, tal y como sucedió en la elección de 2016 con Hillary Clinton. No fue así. El candidato republicano obtuvo el 51% de la votación nacional, equivalente a 72.2 millones de votos.
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No sólo eso. Una ola roja arrasó en las elecciones del martes. Los republicanos se quedaron con la Presidencia, la mayoría en el Senado y, con toda seguridad, también la Cámara de Representantes. Si tomamos en cuenta que seis de los nueve ministros de la Suprema Corte son ideológicamente más cercanos a los republicanos, tenemos que este partido, hoy dominado por Donald Trump, controlará los tres Poderes de la Unión: Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
Ergo, Trump 2.0 será un presidente sin contrapesos.
Mucho más poderoso que su primera versión. Y tendrá más grados de libertad por la imposibilidad de reelegirse en 2028. Más que trabajar para su reelección, estará obsesionado con su legado histórico, lo cual lo hace más ideológico que pragmático.
Querrá consolidar su movimiento (MAGA) que ya es, hoy por hoy, mayoritario en Estados Unidos.
El trumpismo se ha vuelto la corriente política principal en nuestro vecino del norte.
Y ese movimiento tiene tres preceptos que son muy peligrosos para México.
Primero, proteccionismo comercial. Trump les robó a los demócratas la vieja idea mercantilista de que el gobierno debe controlar el comercio para proteger los intereses económicos nacionales. Con ello se ganó el apoyo de los trabajadores de cuello azul quienes, efectivamente, han sido perjudicados por el libre comercio. El próximo Presidente es un creyente en imponer aranceles para incentivar que las empresas se queden a producir en Estados Unidos.
Con Trump 1.0, México tuvo que renegociar un nuevo tratado de libre comercio con Estados Unidos. Fue un proceso largo y complejo, pero se logró. La versión 2.0 piensa que nuestro país ha incumplido con varios compromisos y llegó la hora de meterle duro la pata a los mexicanos para, sobre todo, evitar la triangulación de importaciones chinas a Estados Unidos vía México.
Trump utilizará la amenaza de imponer aranceles no sólo con fines proteccionistas, sino para obtener de México lo que él espera en otros dos temas centrales de su movimiento.
Uno de ellos es su caballito de batalla. Me refiero a los migrantes indocumentados. Trump 1.0 logró que el gobierno de López Obrador se comprometiera a parar a los migrantes al sur de su frontera y recibir de regreso a los que deportaran o estuvieran esperando sus papeles para migrar. AMLO cedió por la amenaza de Trump de imponer aranceles.
Así que ya sabe el camino. Lo mismo hará, y ya lo telegrafió, con Sheinbaum. Presionará a México para que este país detenga a los migrantes. Huelga decir que una gran parte de ellos son mexicanos quienes, en la medida en que no ha crecido la economía, buscan mejores oportunidades al norte del río Bravo.
Lo mismo con el tercer tema toral para MAGA: el control de las drogas. Estados Unidos tiene un problema real de consumo de fentanilo que le está costando 100 mil muertes al año. En las ciudades estadunidenses se puede observar la horda de zombis adictos a esta sustancia mortífera. Y, como siempre en este tema de las drogas ilegales, ese país demandará que México interrumpa el trasiego de los narcóticos hacia el norte.
En este sentido, Trump también presionará para que las autoridades mexicanas intervengan en la estúpida guerra contra las drogas que sólo ha dejado miles de muertos en nuestro país. Es su problema (por la demanda de narcóticos de allá) que pretenden solucionar deteniéndolas acá, como si eso fuera posible.
Tanto Peña Nieto como López Obrador, después de darle muchas vueltas, supieron cómo llevar la relación con Trump 1.0. Trump 2.0 llega con más experiencia, más poder e incentivos para un actuar más ideológico que pragmático. El reto es enorme para Claudia Sheinbaum, sobre todo tomando en cuenta que el republicano es un misógino que no respeta a las mujeres. Espero que el nuevo gobierno ya cuente con una estrategia bien pensada de qué hacer con el próximo presidente de Estados Unidos que viene en una versión recargada.
X: @leozuckermann