Serpientes y Escaleras
Con una notable falta de entusiasmo de su militancia y sin el impacto político y mediático que lograba en otros tiempos, ayer se llevó a cabo la elección de un nuevo dirigente nacional del PAN. Dos candidatos, dos géneros y dos visiones de partido se disputan el control de la segunda fuerza política de México: de un lado Adriana Dávila, política tlaxcalteca con una amplia militancia y una propuesta de renovación total del panismo; y del otro lado, el favorito Jorge Romero, exlíder parlamentario del blanquiazul y cabeza del grupo capitalino que controla la Alcaldía Benito Juárez y al que se le identifica con el llamado Cártel Inmobiliario.
Las tendencias hasta la tarde de ayer, al iniciar el conteo de los votos que emitieron los militantes panistas en los mil 136 centros de votación que fueron habilitados en toda la República, favorecían al candidato Romero, a quien se le relaciona también con la dirigencia saliente de Marko Cortés, quien termina su periodo con las peores cifras electorales del PAN en los últimos 20 años. Durante los seis años que Cortés dirigió al partido de la derecha mexicana, su votación cayó a nivel nacional al 18%, y sus bancadas en el Senado y la Cámara de Diputados también disminuyeron 10%.
Pero el balance más negativo que enfrenta Marko Cortés es el retroceso del PAN en los gobiernos estatales, donde recibió al partido gobernando 12 entidades federales y al 2024, cuando entregue el cargo, el blanquiazul solo mantiene el gobierno en 5 estados de la República. Y más allá de los números negativos que entregará, al actual senador panista lo que más le reprochan los militantes y los políticos de su partido es no haber sabido conducir al panismo frente al avance de Morena y no haber desarrollado una estrategia capaz de enfrentar el discurso negativo del expresidente López Obrador, ante quien terminó minimizado, ridiculizado y prácticamente anulado.
La peor herencia que dejará Marko que aseguró el espacio en el Senado para él y para sus amigos más cercanos, será un panismo dividido, confrontado internamente y que ha perdido no sólo presencia y confianza entre el electorado mexicano, que se desdibujó ideológicamente en su alianza con el PRI y terminó contaminándose y perdiendo votantes por los altos negativos priistas, además de que también muchos militantes en los estados terminaron decepcionándose del manejo del partido que se volvió, en la gestión de Cortés, mucho más cerrado y sectario, cerrándole espacios a sus militantes y privilegiando al grupo político que controlaba la dirigencia.
Un fiel reflejo del desgaste tan fuerte que tuvo el PAN con Marko Cortés y con el avance de la 4T, fue la falta de entusiasmo y de difusión mediática y política que tuvo su elección interna. Al cierre de esta columna se reportaba una escasa afluencia de los 300 mil panistas que fueron habilitados para votar en todo el país en las más de mil 340 casillas que fueron habilitadas.
Gane quien gane la elección, una vez que se conozca el resultado final de los votos, el o la nueva dirigente panista tendrán enfrente un enorme reto para reposicionar la imagen del partido, resolver los pleitos y las fracturas internas, y sobre todo definir una estrategia para que el panismo recupere la imagen y la confianza que ha perdido del electorado mexicano.
El fuerte avance de Morena y sus aliados en las elecciones de junio de este año, con sus mayorías legislativas en el Congreso y el dominio de 22 de las 32 entidades federativas, representa el mayor obstáculo para la recuperación del panismo. Si en el sexenio pasado la falta de una estrategia de defensa para contrarrestar los ataques y campañas negativas del presidente en su contra le costó al PAN perder votación y debilitar su imagen pública, en el actual gobierno de Claudia Sheinbaum, el principal partido de oposición enfrenta también una constante campaña negativa desde las conferencias mañaneras y una cerrazón total al diálogo por parte de la presidenta.
Así que la larga noche oscura del PAN, que comenzó cuando perdió la Presidencia de la República en 2012 y se recrudeció con las estrepitosas derrotas que sufrió el partido derechista en 2018 y 2024, con una ilusoria y efímera recuperación en 2021, se ve aún lejos de terminar.
Veremos si quien gane las desangeladas elecciones internas de ayer, ya sea Jorge Romero o Adriana Dávila, demuestran la capacidad y, sobre todo la autonomía e independencia del grupo político de Ricardo Anaya-Marko Cortés, para intentar sacudir y reinventar al panismo, como una oposición mucho más fuerte y digna del triste papel que hasta ahora ha jugado frente al ascenso y la consolidación de un nuevo régimen de Partido Hegemónico y del un nuevo presidencialismo absolutista y que concentra todo el poder, iniciado por el expresidente y continuado ahora con la doctora Sheinbaum y la radicalización de su gobierno.
Los dados inician la semana optimista, aunque no ilusos. Escalera Doble y subimos.