Poco a poco, a medida que transcurre el tiempo en funciones del actual gobierno federal se viene demostrando una diametral diferencia con el gobierno inmediato antecesor en materia de gobernanza y de algo más. En primer término, se está demostrando que para gobernar se requiere tener idea de lo que tal función significa, y de asumir cabalmente la responsabilidad democráticamente conferida. “Después de todo, gobernar no es una gran ciencia” expresó AMLO en los inicios de su mandato, para a continuación describir el perfil de sus colaboradores: 90 por ciento de lealtad y 10 por ciento de capacidad, esa métrica explica el por qué nos ha ido tan mal en materia de salud, de infraestructura, de crecimiento económico, de seguridad pública y muchos etcéteras más. Porque ahora cargamos con un PEMEX en situación de quiebra; con una “megafarmacia” sin medicinas, con una compañía aérea que no vuela, un Tren Maya que no es rentable, un aeropuerto con vuelos escasos y un nutrido racimo de carteles delincuenciales apoderados de una buena parte del territorio nacional. Sin contar el abultado déficit fiscal que ocupa los afanes primerizos del actual gobierno porque le está impidiendo un arranque de promisorio desempeño.
No debe gustar a la presidenta Sheinbaum la nube de rumores en torno al supuesto continuismo de su gobierno respecto del anterior, menos aún el muy difundido comentario relativo al presunto dominio de AMLO sobre los hilos del poder, coronado con la declaración del expresidente Ernesto Zedillo: “No necesitamos un país que sea una autocracia del partido hegemónico, en donde el poder real e inmenso lo ejerce un caudillo oculto en las oficinas anexas de la Presidencia de la República… Queremos una presidenta de verdad”. Todo sucede justo a casi 100 años de que Pascual Ortiz Rubio asumiera en 1929 la presidencia de México y durante dos años tuviera que soportar el punzante ingenio popular que festinaba el “Aquí vive el presidente, pero el que manda vive en frente”, la sombra de Calles lo perseguía por doquier hasta que en un arranque de dignidad decidió solicitar licencia para retirarse del cargo. No es el caso de la presidenta Sheinbaum, por supuesto. De inicio hizo a un lado el “abrazo y no balazos” para enfrentar con información de inteligencia el pesado expediente de la delincuencia organizada dispersa por casi todo el país con fuerza virulenta. El Plan México, es buena señal para demostrar que este gobierno privilegiará trabajar en base a planes y programas y metas por alcanzar. Por ese conocimiento de la gobernanza ahora el gobierno federal convoca al Encuentro Nacional Municipal, un evento impensable en tiempos de la abrupta polarización ideológica que prevaleció durante los seis años pasados. “La república está reunida”, solía festejar retóricamente el presidente López Portillo cuando reunía a los tres poderes de la Unión junto a gobernadores y alcaldes de este país, tenía sentido federalista, sin duda. Aunque no se esperan grandes logros, el hecho de que la presidenta de la república se reúna con el tercer nivel de gobierno, el más cercano a la población, expresa la idea de que solo unificados los tres niveles de gobierno podrá hacerle frente a los grandes problemas nacionales y alcanzar el bienestar de la población mexicana. Porque los gobernadores piden, los alcaldes también, trabajo, colaboración en sinergia deben dar a cambio. Tiempos difíciles, sin duda.