Hace seis años gobernaba México López Obrador y en los Estados Unidos Donald Trump en su primer periodo de gobierno, el de México se estaba estrenando pues asumió el poder pocos meses antes. Fue en mayo de 2019 cuando se produjo la primera amenaza de aplicar aranceles a México en caso de no poner alto a la fuerte corriente migratoria ingresada a nuestro territorio por la frontera sur en busca del “sueño americano”. La porosa memoria colectiva ya no recuerda la gran bienvenida del gobierno mexicano a la ola migrante proveniente de Centroamérica, México les ofrecía la libertad para trasladarse hacia el norte, mariachis, atole y tamales fluyeron generosamente. Hasta que Trump reaccionó con imponer una carga arancelaria del 5% a nuestras exportaciones, provocó entonces la inmediata reacción del gobierno mexicano enviando a Marcelo Ebrard a negociar a la Casa Blanca con Mike Pompeo (Departamento de Estado) y Mike Pence (Vicepresidente). Se apagó el fuego de la amenaza trumpiana de imponer un 5% de aranceles, y para celebrar ese éxito se armó un evento de concurrida asistencia en Tijuana para recibir a Ebrard como héroe por haber evitado aquel 5% arancelario; en El Imparcial se escribió: “…_23 gobernadores, diputados federales, senadores, presidentes municipales de todos los partidos políticos, representantes religiosos, empresarios y el presidente Andrés Manuel López Obrador se unieron para defender la dignidad de México, refrendar la amistad con Estados Unidos y celebrar que el lunes no habrá aranceles”. A cambio, eso sí muy dignamente, México mandó miles de elementos de la guardia nacional a la frontera sur y aceptó convertirse en un nada virtual tercer país, es decir aceptar que los migrantes expulsados de los EEUU se quedaran en México. En 2023 el secretario de Estado, Mike Pompeo, publicó en su libro Never give an inch la forma en cómo había “doblado” a Ebrard para implementar el programa ‘Permanezca en México’. He allí la sustancial diferencia de lo que se acuerda en lo oscurito y lo que se festeja en el mitin para el consumo popular.
Ahora Trump vuelve a la carga, pero ya no con un 5% de aranceles sino imponiendo uno de 25%; la presidenta es Claudia Sheinbaum, quien ha asegurado estar lista para hacer frente a cualquier escenario: “Tenemos plan A, plan B, plan C para lo que decida el gobierno de Estados Unidos. Es muy importante que sepa el pueblo de México que siempre vamos a defender la dignidad de nuestro pueblo, el respeto a nuestra soberanía y un diálogo como iguales sin subordinaciones”. Eso asegura la mandataria de nuestro país y debemos tener confianza en que así sea porque el desafío es fenomenal. ¿En qué consisten esos planes? Lo sabremos muy pronto porque la respuesta debe ser inmediata, aunque “con la cabeza fría” como dice la presidenta, cual debe ser porque el dictamen de Trump conlleva un virulento mensaje: “las organizaciones mexicanas de narcotraficantes mantienen una alianza intolerante con el gobierno de México. El gobierno de México ha dado refugio a los cárteles. Esta alianza pone en peligro la seguridad nacional de Estados Unidos…” Grave, muy grave comunicado. Hasta ahora solo hemos escuchado declaraciones acerca de que el consumidor de allá pagará más por las importaciones, que serán los más afectados, que es como darse un tiro en el pie, etc., obviamente, eso nada resuelve. Tampoco el discurso ungido de rancio nacionalismo, ni el arrebato retórico de negociar de igual a igual porque la asimetría económica entre los dos países es bastante notable. ¿Vamos a ceder como lo hizo AMLO? Que se diga la verdad es conveniente, porque, así como Mike Pompeo exhibió a Ebrard la verdad siempre flota. Entonces tenemos que aplicar uno de los planes, el A, el B o el C para salir delante de este controvertido asunto por el bien de México y de los mexicanos. Cosas del legado.