martes, marzo 18, 2025

San Juan De Úlua, entre la historia y la tragedia

Lo último

Sociedad 3.0

El testimonio de Bernal Díaz del Castillo

Si hay un protagonista de prácticamente todas las etapas de la historia de México, es la fortaleza de San Juan de Ulúa, originalmente construida como fortaleza y baluarte para la protección del Puerto de Veracruz. Allí se refugiaron durante seis años las tropas realistas de España hasta que se reconoció la Independencia de México. La fortaleza funcionó como cárcel común y para presos políticos, entre ellos el presidente Benito Juárez. También fue ocupada por el ejército francés, por el de Estados Unidos. 

En algún momento, el ingenio humano logró unirla a tierra firme, ganando valiosas superficies al mar, en las que funcionan astilleros, enormes depósitos de combustibles y otras instalaciones industriales. A cambio de eso, se dañó severamente el paisaje, afectando el entorno que le impide a la fortaleza el reconocimiento como patrimonio de la humanidad. Debido a los materiales y métodos utilizados en su construcción, especialmente la llamada “piedra muca” o “piedra mufa”, que es extremadamente permeable, la edificación requiere permanente y costoso mantenimiento, aunque actualmente está lejos de sus mejores condiciones.

¿Pero por que se llama así? Esta es la crónica de Bernal Díaz del Castillo, un soldado que en busca de la riqueza, participó en expediciones (algunas de ellas sangrientas), a las nuevas tierras aún desconocidas, hasta que finalmente se unió a Hernán Cortés. Esto es lo que dice el longevo militar, que trascendió en la historia gracias a su famoso texto: “Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España”. Esto nos dice de San Juan de Ulúa:

Desembarcamos en unos arenales, hicimos chozas encima de los más altos médanos [dunas]de arena, que los hay por allí grandes, por causa de los mosquitos, que había muchos. Y con los bateles [lanchas] sondaron [exploraron] muy bien el puerto y hallaron que con el abrigo de aquella isleta estarían seguros los navíos del norte y había buen fondo. Y hecho esto fuimos a la isleta con el general treinta soldados bien apercibidos en dos bateles, y hallamos una casa de adoratorios, donde estaba un ídolo muy grande y feo, el cual le llamaban Tezcatlipoca, y, acompañándole, cuatro indios con mantas prietas muy largas, con capillas que quieren parecer a las que traen los dominicos o los canónigos…”.

“Y aquellos eran sacerdotes de aquel ídolo, que comúnmente en la Nueva España llamaban papas… y tenían sacrificados de aquel día dos muchachos, y abiertos por los pechos, y los corazones y sangre ofrecidos a aquel maldito ídolo. Y aquellos sacerdotes nos venían a sahumar con lo que sahumaron a aquel su Tezcatlipoca, porque en aquella sazón que llegamos lo estaban sahumando con uno que huele a incienso, no consentimos que tal sahumerio nos dieren…

Relacionados

Columnistas