Los recientes incendios forestales en el parque nacional Cofre de Perote, que han afectado diversas zonas, evidencian una crisis ambiental creciente. Hasta ahora, más de 350 hectáreas de bosque han sido afectadas por las llamas. Este problema tiene sus raíces tanto naturales como humanas. Cada año, miles de hectáreas se pierden en incendios que liberan no solo carbono a la atmósfera, sino también una estela de devastación que impacta la biodiversidad, la calidad del aire y la seguridad de habitantes de comunidades aledañas.
Según el Reporte Semanal Nacional de Incendios Forestales, desde el 1 de enero al 17 de abril de 2025, se habían registrado 2,885 incendios a nivel nacional, afectando 216,270.31 hectáreas. Jalisco, México y Michoacán son los estados más afectados, con 485, 477 y 292 incendios respectivamente. El estado de Veracruz, según este informe reporta 77 incendios en lo que van del año. Chihuahua, Baja California, Jalisco concentran la mayor superficie dañada, en conjunto suman más de 90 mil hectáreas, es decir aproximadamente el 40% del total.
Para combatir estos incendios han participado más de 106, mil personas, de las cuales 36, 400 (34%) provienen del sector privado social, superando en número a los 25,016 que destina la Comisión Nacional Forestal (Conafor).
Se estima que más del 90% de las deflagraciones en México tienen origen humano, principalmente por quemas agrícolas mal controladas y actividades pecuarias. A esto se suma la sequía y las condiciones de climatológicas adversas. Protección Civil informó que, del 1 de enero al 6 de abril, México acumuló un déficit del 32.7% en lluvias. Al 31 de marzo, más del 82% del territorio nacional enfrenta algún grado de sequía, principalmente en el norte y centro del país.
Con apenas cuatro meses transcurridos del 2025, el número de incendios activos y las hectáreas afectadas deben encender las alertas sobre el futuro inmediato. Es urgente de reforzar las políticas de prevención e incrementar los recursos para la prevención y combate del fuego. Sin embargo, y pese al incremento de condiciones para los incendios forestales, los apoyos destinados al desarrollo forestal y la conservación ambiental en México han mostrado una tendencia a la baja, tanto en cantidad como en diversidad de programas.
A partir de 2019 la plataforma de programas forestales desaparecieron y el enfoque se centró en el Programa de Apoyos para el Desarrollo Forestal Sustentable y en el Fondo Patrimonial de Biodiversidad (FPB). Actualmente, sólo se mantienen dos programas activos: el Programa Desarrollo Forestal Sustentable para el Bienestar y los Lineamientos de Compensación Ambiental 2025. Esto contrasta con los más de 12 programas distintos que existían en años como 2012 o 2014 bajo el esquema ProÁrbol, que incluía acciones como reforestación, conservación, desarrollo comunitario, restauración de cuencas, pagos por servicios ambientales y saneamiento forestal, entre otros.
El presupuesto de Conafor cayó de 5,361 mdp en 2018 a 2,602 millones en 2025, una reducción del 2.69% respecto a los 2,672 millones de pesos asignados en 2024. Además, desaparecieron el Fideicomiso del Fondo de Desastres Naturales (FONDEN) y el Fideicomiso Preventivo (FIPREDEN), que financiaban la gestión integral del riesgo, incluidos incendios forestales y otros desastres naturales. Ambos fueron reemplazados por el Fondo para la Prevención de Desastres Naturales (FOPREDEN).
Entre 1970 y 2024, México registró un promedio anual de 7,097 incendios forestales que afectaron 319,003 hectáreas. El 2024 se constituyó como un año crítico, con 1.67 millones de hectáreas quemadas, equivalente, aproximadamente, al 1% del territorio nacional. Un análisis histórico revela que el 60% de los 390,319 incendios acumulados se concentraron en el Estado de México, Ciudad de México, Michoacán, Chihuahua y Jalisco. La superficie afectada, 17.5 millones de hectáreas, se distribuye principalmente en Jalisco, Chiapas, Chihuahua, Durango y Guerrero.
Más allá de la pérdida ecológica, los incendios han tenido un profundo impacto socioeconómico, afectando directamente a casi medio millón de personas, causando 60 muertes y generando pérdidas económicas superiores a los 15 mil millones de pesos entre 2000 y 2023, sin contabilizar aún las consecuencias indirectas en la salud pública.
La prevención, detección y extinción de incendios forestales requiere una estrategia integral que incluya tecnología avanzada, gestión eficaz y la participación comunitaria. Para la prevenirlos, es fundamental evaluar el riesgo mediante datos de múltiples fuentes como teledetección, meteorológicos, topográficos y de actividad humana. Estos datos, procesados con modelos de inteligencia artificial, permiten identificar zonas de alto riesgo y predecir posibles incendios.
En cuanto a la detección, pueden utilizarse redes de sensores inalámbricos (WSN) que monitorean variables meteorológicas, gases contaminantes y compuestos orgánicos volátiles. Los sistemas habilitados para Internet de las cosas (IoT) permiten alertas en tiempo real, transmitiendo datos como ubicación a una estación central de monitoreo y enviando notificaciones a los teléfonos inteligentes. Los Vehículos aéreos no tripulados (UAV), equipados con inteligencia artificial están cambiando la forma en que se gestionan los incendios forestales. Los UAV pueden realizar tareas de pre-incendio, activas y posteriores al incendio, mejorando la conciencia situacional y la eficiencia de la respuesta.
La extinción a través de sensores térmicos y drones ofrecen una solución potencial para la contención de incendios abordándolos rápidamente en sus etapas iniciales. Del mismo modo, el uso de máquinas de extinción de incendios forestales que lanzan tierra es un método innovador para combatirlos, particularmente en terrenos difíciles donde los métodos convencionales a base de agua son menos efectivos. Además, el análisis geoespacial para identificar respuestas estratégicas a los incendios forestales con el uso de datos de diferentes plataformas como Google Earth Engine (GEE) permiten analizar incendios activos, áreas quemadas y uso de la tierra. Técnicas como el análisis de puntos calientes, las pruebas de autocorrelación espacial y el análisis de conectividad forestal ayudan a identificar zonas críticas y a desarrollar respuestas estratégicas
La combinación de estas herramientas tecnológicas y estrategias coordinadas puede mejorar la prevención, detección y extinción de incendios forestales, reduciendo los daños ecológicos, económicos y sociales que estos desastres provocan cada año.
El avance de los incendios forestales en México no solo refleja un grave problema ambiental, sino también una preocupante falta de estrategias sostenidas para enfrentarlos. Si bien la tecnología ofrece soluciones innovadoras, su impacto será limitado sin una política pública coherente y un compromiso social real. ¿Está México preparado para enfrentar con seriedad el reto de preservar sus bosques, o continuará reaccionado solo cuando las llamas ya han arrasado todo a su paso?
Ideario en Perspectiva
Tan grandiosas resultaron las obras insignia —esas que nos vendieron como “las mejores del mundo mundial”— que ni en Semana Santa, cuando hasta los centros comerciales se llenan, lograron atraer gente. Con una afluencia pírrica, han pasado de ser monumentos de modernidad a monumentos al despilfarro: caras, inútiles, sin generar empleos, sin atraer un solo dólar y, por supuesto, sin aportar nada al desarrollo del país. Todo un logro.