El discurso oficial borda sus argumentos en base a un gobierno ocupado en edificar “el segundo piso” de la transformación estructural de este país, en ese esquema supone la existencia previa de un primer piso cuya construcción corrió a cargo del gobierno de López Obrador al instalar a MORENA en la presidencia de la república. Pero, en realidad, López Obrador poco construyó, que no sean sus obras emblemáticas de incierta rentabilidad, porque el centro de su labor consistió en demoler las instituciones ya instaladas por nuestra incipiente democracia, en borrar todo vestigio del pasado “neoliberal” para dar cumplimiento fiel a su conocida frase: “al diablo con sus instituciones”. Muestras elocuentes de esa labor demoledora se encuentran el haber interrumpido la construcción de un aeropuerto de alta gama en Texcoco, la desaparición de órganos autónomos y reformas normativas para desestabilizar la división de poderes induciendo a elegir a los integrantes del Poder Judicial haciendo a un lado el requisito de los méritos necesarios para tan delicado desempeño. En esa labor la picota afectó los cimientos de un sistema de vacunación exitoso, que llegó a ser el mejor de Latinoamérica, provocando el retorno de enfermedades ya desaparecidas en México, el sarampión, por ejemplo. También provocó un grave desabasto de medicinas, trascendiendo hasta el actual gobierno esa deficiencia que afecta a millones de mexicanos. Por supuesto, la desaparición de órganos autónomos que posibilitan mandos autoritarios. Esa vorágine demoledora se combinaba con la aparente lucha contra la corrupción, pero fue retórica pura; de igual manera se festejó exterminio del huachicol, que aun ahora opera con graciosas complicidades; para abatir a la delincuencia se “atacaban” las causas que la generan, ya estamos comprobando el gran fracaso de esa “estrategia”. En todo caso, en eso consiste “el primer piso” de la “transformación”, y sobre esas bases se “levanta” lo que denominan el “segundo piso”.
El escenario así configurado no diagnostica un futuro más optimista, porque el elevado déficit presupuestal, una de las herencias de aquel gobierno, obliga a recurrir a “dinero fresco” proveniente de deuda pública; el compromiso de cubrir el gasto para sostener los programas sociales presiona cada vez con mayor fuerza las finanzas públicas, pues sin crecimiento económico ni mayores recursos fiscales el gobierno carece de fuentes de financiamiento capaces de cubrir el creciente gasto social. Por si no bastara, las obras emblemáticas del gobierno lopezobradorista aun no demuestran rentabilidad pero gravitan sobre el gasto público, pues su operación exige multimillonarios subsidios. Ese contexto camina aparejado con una empresa, PEMEX, prácticamente quebrada e incapaz ya de aportar recursos a la federación, sino todo lo contrario. Por otro lado está la parte política, donde un partido oficial, MORENA, cuya secretaria general formaliza convenios con el partido comunista cubano, justamente cuando el presidente de los Estados Unidos acrecienta sus exigencias al gobierno de México, mala obra para la presidenta Sheinbaum a quien quizás ni siquiera consultaron para dar ese paso hacia Cuba, Trump lo debe saber mejor que nosotros. Aún más, sigue vigente el pleito por el poder entre los grupos de la denominada CuartaT, en pugna permanente y en medio el gobierno de México. Son tiempos de cambio, sin duda alguna.