martes, noviembre 19, 2024

La derrota de la estrategia

Por Raymundo Rivapalacio

El Financiero

La estrategia contra la pandemia por Covid-19 fracasó. Pueden decir las autoridades lo que deseen, seria o frívolamente, pero lo que no pueden es ocultar la realidad. La pregunta sobre cómo había funcionado el plan diseñado por el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, fue planteada el miércoles pasado en el programa Tercer Grado por Leopoldo Gómez, conductor-moderador, donde respondieron los panelistas, con diferentes enfoques y razones, que no había funcionado. La prueba de ello: 430 por ciento más fallecimientos de los estimados por el gobierno, y más de dos veces el escenario catastrófico que había establecido el zar del coronavirus.

La pandemia ha sido un virus difícil de entender y contener. No hay país que no haya sufrido reveses, sorpresas y desilusiones. Estrategias varias han naufragado, como la inmunidad de rebaño en el Reino Unido o en Suecia, e incluso acciones radicales como el confinamiento en China de 11 millones de personas han tenido que retomarse por el miedo al nuevo ataque de Covid-19. La diferencia, como bien apuntó Denise Maerker en Tercer Grado, es que el doctor López-Gatell nunca rectificó, ni tampoco lo hizo, como añadió René Delgado, quien realmente manda, el presidente Andrés Manuel López Obrador.

López Obrador le tiene enorme confianza a López-Gatell. Trabajando de la mano de Raquel Buenrostro, en ese entonces oficial mayor de la Secretaría de Hacienda, diseñó la estrategia para la compra consolidada de medicinas y la política para aniquilar a los laboratorios químico-farmacéuticos y distribuidores de medicinas mexicanos. Consecuencia de ello fue el desabasto de medicamentos –un tema que con frecuencia saca López Obrador en las reuniones de gabinete como el gran déficit de su administración–, y que ha provocado, de acuerdo con evidencia empírica, varias muertes de niños.

La estrategia de López-Gatell tuvo fallas importantes. Como botones de muestra, sin orden jerárquico, se pueden mencionar:

1.- El mensaje. López-Gatell ganó rápidamente la confianza de la gente por sus explicaciones claras y precisas. Sin embargo, por presiones de López Obrador o futurismo personal, incorporó posiciones políticas, algunas de ellas ridículas y acientíficas, que lo fueron desacreditando. El desgaste fue acompañado por su oposición al cubrebocas, permitiendo que López Obrador no se lo colocara, enviando un mensaje negativo a la población que, inspirada una parte en el Presidente, no colocó esa barrera que como en otros países, habría disminuido el número de contagios y muertes.

2.- Instrucciones equivocadas. Ser un epidemiólogo con credenciales académicas sobresalientes no hacen a López-Gatell un experto para enfrentar pandemias, que requiere de entrenamiento adicional. Por esa falta de adiestramiento –que no tiene que ver con su conocimiento clínico–, fracasó durante la pandemia del A/H1N1 en 2009, y fue despedido. López Obrador no tomó en cuenta ese pasado y lo hizo zar del coronavirus. Uno de los errores, que probablemente provocaron muertes, fue su recomendación inicial que quienes se sintieran mal no fueran a los hospitales y se quedaran en su casa, lo que provocó que en la primera ola, siete de cada 10 personas que fallecían por Covid, lo hicieron en sus domicilios. El resto, cuando sentían que su salud empeoraba, iban finalmente al hospital, pero muy tarde; también morían. López-Gatell corrigió meses después y pidió que fueran al hospital tan pronto como tuvieran síntomas.

3.- Diagnósticos mentirosos. Durante meses, su argumento para justificar que las proyecciones sobre estimados de contagios y fallecimientos no resultaran como lo había dicho, era el “desastre” que le habían dejado gobiernos anteriores y que no habían atendido casos como el de la diabetes y la hipertensión, que, aseguraba, eran las comorbilidades que aceleraban la pandemia en México. Aprovechó ese contexto para impulsar su vieja agenda del etiquetado en los alimentos para mejorar la alimentación. Su afirmación absolutista sobre las comorbilidades era exagerada. De acuerdo con los científicos de la UNAM, 27 por ciento de los pacientes muertos por Covid-19 no tenía ningún padecimiento, contra 37 por ciento que padecía diabetes y 43 por ciento que tenía hipertensión.

4.- La estrategia. López-Gatell puso en práctica el plan Centinela, de detección temprana del virus, que, de acuerdo con los expertos, fue muy acertado. Pero lejos de prepararse para la siguiente fase, al agotarse ese programa, combatió todo lo que aquí y en el mundo planteaban los expertos como paso necesario: pruebas masivas para encontrar el virus, ver su movilidad y velocidad de aceleramiento de contagio, para ir adecuando la estrategia de contención con la información obtenida. Cuando recibió críticas internacionales, López-Gatell no hizo un alto ni rectificó, sino aseguró que no servían las pruebas. “(Son) bastantes ineficientes como estrategia de evaluación”, le dijo a la CNN en mayo. Era una mentira, pero como consecuencia, México tuvo la tasa más baja de pruebas, y el índice de letalidad más alto dentro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos.

5.- Una centralización descentralizada. Las recomendaciones internacionales siempre dictaron que, para que la estrategia fuera adecuada, tendría que ser centralizada y con el líder del país encabezando los esfuerzos. López Obrador no lo hizo y dejó que el subsecretario fuera la voz y el fusible. El semáforo epidemiológico diseñado por el gobierno federal no fue consensuado, por lo que hubo choques con los gobernadores que politizaron la lucha contra el coronavirus. También fue discrecional, como en el caso de la Ciudad de México, donde cuando la orden política fue no regresar a semáforo rojo, le permitieron a la jefa de Gobierno inventar múltiples matices del naranja.

Fueron demasiadas causas las que hicieron fracasar la estrategia. Incluso hoy sigue sin haber un mapa de navegación, y la ‘estrategia’ está enfocada en pedirle a la gente que se quede en casa –aunque López-Gatell incumpla su propio llamado, hablando de mensajes cruzados–, transfiriéndole a la sociedad la responsabilidad sobre el aceleramiento de contagios y muertes.

Nuestro gobierno no gobierna, y en ello radican los tristes números de la pandemia.

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