jueves, diciembre 19, 2024

López Obrador al desnudo

Estrictamente Personal

Raymundo Riva Palacio

Ya sabemos que el presidente Andrés Manuel López Obrador siempre sorprende a propios y extraños. Pero la posición que asumió ayer, para utilizar su propio lenguaje, fue un batazo de home run en la pizarra de lo inverosímil, al salir en defensa, no de la democracia en Estados Unidos tras la turba que asaltó el Capitolio para impedir la certificación de la victoria presidencial de Joe Biden, sino a favor de Donald Trump, acusando a Twitter, Facebook e Instagram de censurar al jefe de la Casa Blanca. Nadie en el mundo hizo lo que López Obrador, que se volvió único en este momento de la historia. Sin embargo, con todo respeto, señor Presidente, ¿qué es lo que no entiende? O, quizás, entiende muy bien.

De la nada, López Obrador criticó en la mañanera de ayer que las plataformas digitales suspendieran las cuentas de Trump, luego que consideraran que había incitado a la sedición. “No me gusta la censura, no me gusta que a nadie lo censuren y le quiten el derecho de transmitir un mensaje en Twitter o en Face, no estoy de acuerdo con eso, no acepto eso”, dijo. “Tenemos que autolimitarnos todos y garantizar la libertad. ¿Cómo es eso de que te censuro y ya no puedes transmitir?”.

Señor Presidente, lo que hizo Trump, no fue un ejercicio de su libertad de expresión. El presidente de Estados Unidos juró respetar y salvaguardar la Constitución, y la violó. Desde la Casa Blanca llamó a la insurrección, convocó a quienes convenció con propaganda y mensajes falsos en las redes sociales que le habían robado la elección, y alentó el asalto al Capitolio, el principal asiento de la democracia de esa nación, donde las turbas irrumpieron, alentadas por los llamados a la acción de Trump, con lo que incurrieron en el delito de “terrorismo doméstico”. Eso no es, como lo explica López Obrador, sino lo contrario, al atentar contra las libertades, el orden y la ley.

Mark Zuckerberg, presidente de Facebook, publicó en su plataforma que las cuentas de Trump se habían suspendido indefinidamente porque los contenidos que había posteado incitaban “una violenta insurrección contra un gobierno democráticamente electo”. Trump no ejerció sus libertades constitucionales como señaló López Obrador, que está solo en esa línea, pues los líderes del mundo condenaron las acciones violentas del miércoles, y varios dirigentes democráticos responsabilizaron a Trump directamente de haber alentado la insurrección.

En Estados Unidos, ante la increíble actitud del jefe de la Casa Blanca, se empezaron a dar renuncias en cascada dentro de su administración en protesta por lo que hizo, mientras que surgían los llamados desde el Capitolio para que el gabinete invocara la Enmienda 25 y lo destituyeran. El líder demócrata en el Senado, Chuck Schumer, dijo que si el vicepresidente Mike Pence –que rompió con Trump, quien lo presionó para que violara la ley– no lo hacía, el Congreso debería de iniciar un juicio político contra el presidente.

¿A este personaje defiende, señor presidente de México? Es cierto lo que alega López Obrador de que la revolución en el debate público fue gracias a las redes sociales, que han sido una herramienta central en la democratización de la información y la discusión pública, pero que como siempre sucede en sociedades asimétricas en conocimiento y recursos, se han convertido en muchos casos en una externalidad ominosa de la democracia, al servir como instrumentos muy eficaces para subvertirla. Trump y las fuerzas oscuras detrás de él se apoderaron del poder en la democracia más vieja del mundo y sistemáticamente trataron de minarla.

Señor Presidente, no se desnude ante el país y el mundo. Se entiende la rabia que tiene por la derrota de Trump, con quien mantuvo un amasiato político de conveniencia –no lo toca y obedece sus instrucciones, a cambio de que lo deje consolidar su proyecto de cambio– que lo llevó a no poder ocultar su incomodidad y molestia por la victoria de Biden. Se entiende también que haga esa defensa de Trump frente a la sanción que impusieron las redes sociales para apagarle su vehículo de comunicación incendiario, donde la polarización que ha generado llevó al punto de quiebre del sistema democrático el miércoles, porque es igual que él.

¿Se proyectó López Obrador? ¿Piensa que en algún momento las plataformas digitales actuarán igualmente en su contra por estar alimentando un discurso de odio a la sociedad? Ayer pareció dar muestras de su preocupación mediata, al afirmar que los mexicanos no están divididos, y que la polarización de la que se habla es un discurso único de las élites que se sienten afectadas. Es otra más de sus mentiras, por cierto, similares a las que dice Trump. Su discurso sí es radical, anima a sus simpatizantes más primarios al insulto y la difamación, y es una llamada a la acción para que sus granjas de robots y troles ataquen.

Desde el miércoles, cuando se comenzó a debatir en Estados Unidos el tema de las realidades alternas de Trump, sus mensajes de odio y la polarización, las huestes lopezobradoristas en las redes sociales rompieron una tregua de unas dos semanas contra quienes piensan distinto al Presidente, y renovaron su guerra digital. De acuerdo con analistas de redes sociales, comenzaron con furibundos ataques a Ciro Gómez Leyva, el conductor de radio más influyente en las mañanas, y siguieron con Héctor de Mauleón, columnista de El Universal. Tras el ataque a medios y periodistas de López Obrador ayer, se ampliaron las agresiones digitales, inspiradas en las mentiras y los argumentos falsos esgrimidos por el Presidente.

López Obrador está enojado y le está subiendo una vez más la temperatura a la cabeza, pero sobre todo, la impresión que deja es que está preocupado por lo que le sucedió a Trump, su alma gemela en cómo destruir sociedades mediante la división y el encono.

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