Vistos los acontecimientos, es acentuada la fijación del presidente López Obrador por formatos gubernamentales del pasado mexicano, no de otra manera se podría interpretar su fruición por retornar al autoritarismo presidencial apenas superado con la creación de los mecanismos de control y vigilancia, regulación y transparencia de instituciones autónomas; no pinta bien el intento de concentrar el poder en una sola persona, tampoco retornar al esquema de empresas estatales y paraestatales “fuertes”, monopólicas, como Pemex y la Comisión Federal de Electricidad, pese a las pérdidas económicas de su funcionamiento. “Volver” a la generación de energía a base de combustóleos fósiles altamente contaminantes, retrotraerse a los tiempos de gestión pública sin planes ni programas, paternalismo estatal, etc. Y, también, pese a su fobia priista, utilizar los rudimentos del preclásico político mexicano, de cuando el PRI organizaba las afamadas “brigadas rojas” para participar en las entidades federativas en tiempos electorales con el fin de inclinar la balanza a favor del PRI, solo que ahora se llaman “siervos de la nación” y el partido ya no es el PRI sino MORENA.