Para las nuevas generaciones ver un edificio del PRI desolado aún en pleno proceso electoral no parecerá extraño, sin embargo, causaría nostalgia a generaciones de más antaño, testigos del gran boato, alegría, empuje y poderío de ese partido que concentraba multitudes en tiempos electorales. Ya no más la desviación del tráfico vehicular frente a la sede priista, tampoco las largas filas de autobuses “acarreadoras” de “contingentes” priistas llegados de toda la entidad para patentar su apoyo al candidato de su municipio o distrito electoral. Aquellos escenarios de euforia política ya forman parte de un pasado cuyo retorno parece imposible; este día lo pudimos advertir con el registro “austero” de sus precandidatos a diputados locales, solo seis de treinta porque el morral ya no da para más. Sin duda, “así transita la vida en este mundo”, decían los romanos.