El proceso electivo al interior del Partido Acción Nacional demuestra una vez más lo complicado de una elección cuando se deja al arbitrio de las mayorías la decisión final, por muy “democráticas” que parezcan. En el grado de evolución política en que nos encontramos, está comprobada la susceptible manipulación de “las mayorías” por un reducido grupo de operadores, y cuando quien coordina deja al libre juego el proceso o se cometen fraudes o termina en sombrerazos, sillazos y golpes. Le sucedió al muy disciplinado PRI en tiempos de Colosio, cuando se decidió por el método de la consulta a la base para elegir dirigencias municipales y estatales o candidaturas a cargos de elección, sucede ahora en MORENA, igual acontecía en el PRD y se comprobó ayer en el PAN. Si las cosas no salen como lo planeado quien paga los platos rotos es el dirigente en funciones, porque al dejar sueltos los cabos de su control, si pierde posiciones deja al descubierto la ausencia de liderazgo, exhibe debilidad y se fortalecen sus adversarios internos. Así está sucediendo en el PAN.