Cuando Solón visitó Lidia, reino donde gobernaba Creso, este rey lo rodeó de atenciones y pidió a sus colaboradores le mostraran las riquezas de su reino, tras lo cual, preguntó al sabio ateniense si había visto pensando lo señalaría como tal. Solón citó nombres de quienes habían muerto por su país, de quienes sacrificaron paz y tranquilidad por servir a su gente, pero no hizo referencia a Craso, quien, intrigado, volvió a preguntar: “Huésped de Atenas, ¿tan en poco tienes mi prosperidad que ni siquiera me equiparas con hombres del vulgo?”. “Creso, respondió Solón, el hombre es todo azar. Bien veo que tienes grandes riquezas y reinas sobre muchos pueblos, pero no puedo responder todavía hasta que acabe tu existencia. El hombre rico no es más feliz que el que vive al día si la fortuna no le acompaña hasta acabar la vida en toda su prosperidad. Muchos hombres opulentos son desdichados, y muchos que tienen hacienda moderada son dichosos. Si además termina bien su vida, he aquí el hombre que buscas, el que merece llamarse feliz, pero antes de que llegue a su fin, suspende el juicio y no le llames feliz, sino afortunado”. Creso fue vencido por Ciro, el rey persa, quien lo hizo su esclavo. Es posible entonces conjeturar que Solón dijo: “esto no se acaba, hasta que se acaba”.