Durante el último trimestre de 2020 Marcelo Ebrard estuvo hiperactivo en el pódium de las mañaneras para informarnos de los avances de sus exitosas negociaciones para asegurar vacunas inmunizadoras contra el Covid-19, el pueblo de México podía estar confiado pues se celebraban los contratos correspondientes con Pfizer, Cansino, Aztra Zeneca, etc. Pero cuando se trató de contrastar el discurso con la realidad empezaron los problemas. Una mañana de frio invierno de diciembre la mitad del gabinete se concentró en el aeropuerto para recibir la primera remesa de Vacunas Pfizer, el de Relaciones Exteriores, el de Hacienda, el de Salud, el de la Defensa; nos adelantábamos a América Latina, celebraban “el fin de la pandemia”, “Misión cumplida”, decía Ebrard, era “un día histórico”, según la señora Sheinbaum. Mientras en los hospitales de México la esperanza soñada se iba a hacer realidad. Pero, mala puntada de Pfizer, solo mandó 3 mil dosis, que Ebrard justificó como de prueba para “calibrar” el frio requerido por esas vacunas. O sea, estaba fríamente calculado. Llegaron otras pequeñas remesas, apenas cercanas a las 500 mil, pero en enero llegaría un millón y medio más, aún las esperamos. Eso sí, para no seguir perdiendo el tiempo ya hay campaña de vacunación.