lunes, noviembre 4, 2024

Mujeres menú

«Si no tienes un lugar en la mesa, probablemente estás en el menú». Así el proverbio aleccionador citado por Margaret Atwood en un llamado de atención a las mujeres. Así la realidad de tantas académicas, científicas, periodistas, empresarias y políticas en el país, arremolinadas en el comedor, pero sin lugar en la cabecera.

Aunque AMLO se precie de encabezar «el gobierno más feminista de la historia», aunque haya un gabinete paritario, aunque la Fiscalía General haya aprehendido a Mario Marín, las mujeres de México están lejos de la equidad demandada, y del peso en la toma de decisiones que deberían tener. Porque al mismo tiempo que Morena celebra el arresto de un acosador, permite la candidatura de otro. El protector de pedófilos va a juicio, pero el presunto violador se encamina a un prominente puesto político, con la anuencia del Presidente y los hombres de su partido. Nada contradice más el presunto compromiso feminista del actual gobierno que el espaldarazo político a Félix Salgado Macedonio.

Acusado de acoso, señalado por violación, con un proceso pendiente en su contra. Nada de eso parece constituir un obstáculo, un veto, un agravante siquiera. «Se ha politizado», afirma AMLO, disculpándolo. «No hay ninguna sentencia política por parte de ninguna autoridad que acredite que haya cometido algún delito», dice Mario Delgado, protegiéndolo. «No es tema», argumenta Ricardo Monreal, excusándolo. Y tantos diputados, senadores, militantes y simpatizantes del lopezobradorismo guardan silencio. Expiden un certificado de impunidad como los tantos que caracterizaron a sus antecesores, y con la misma lógica: será un violador, pero es nuestro violador; será un acosador, pero es nuestro acosador; será un corrupto, pero es nuestro corrupto. Si la candidatura de un hombre es justificable, la demanda feminista es sacrificable. Si se trata de ganar, las mujeres deben callar.

Ese es el mensaje transmitido a las cien diputadas de Morena que se pronunciaron en contra de Salgado Macedonio y fueron ignoradas. Ese es el recado enviado a las jóvenes de la 4T que apoyan la agenda de justicia social, aunque se aplique a modo y evidentemente no para ellas. El pacto patriarcal que ha denunciado Alma Delia Murillo sigue vivo, evidenciado en la complicidad de un montón de machos de izquierda; constatado en el blindaje a Salgado Macedonio por parte de las autoridades judiciales de Guerrero. Y sí, el asunto se complica porque Irma Eréndira Sandoval quiere tumbar la candidatura de Salgado Macedonio para imponer a su hermano Amílcar. Y sí, el tema se ha electoralizado, con campañas a favor y en contra. Pero el hecho innegable es que desde 1998 cinco mujeres han acusado al morenista de maltrato y humillación y violación y penetración. El Presidente se rodea de mujeres en la mañanera, pero se las come de aperitivo si de asegurar una gubernatura se trata.

Y las mujeres morenistas no reaccionan con la firmeza suficiente, con el enojo que se transforma en veto, con la amenaza de abandonar el partido si eso se requiere para transformarlo. Siguen alineadas, amordazadas, calladas. Tan cierto hoy como hace 14 años cuando la ministra Olga Sánchez Cordero -hoy secretaria de Gobernación- votó en contra de Lydia Cacho y a favor de Mario Marín. Argumentó que no había evidencia suficiente para inculparlo a él, y sí era posible la ruta del amparo para ella. Apenas hace unos días, intentó justificar su postura injustificable, alegando que Lydia ni siquiera había pisado la cárcel y tuvo derecho a fianza. Que sí hubo agresiones, pero fueron menores, no graves, quizás indebidas pero no violatorias de las garantías individuales de una mujer trasladada sin su consentimiento durante 23 horas de Cancún a Puebla, torturada, y secuestrada por un hombre poderoso ante el cual la «feminista» Olga Sánchez Cordero sucumbió. Una mujer se puso al servicio de un hombre y su séquito.

Ahora, tantos años después, los protagonistas son distintos pero el patrón es igual. Los patriarcas de los partidos -no solo Morena- demuestran cuán lejos están de ser garantes de los derechos de las mujeres. Cuán lejos están de entender el maltrato sistemático de millones, vejadas por el sistema judicial y aplastadas por las alianzas inconfesables. Y ese seguirá siendo el caso si permitimos que sigan agandallándose sitios en la mesa, mientras nos tratan como botanas en el menú.

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