Fue muy difícil la semana pasada para el gobierno federal, pues, además de intentar, sin éxito, una eficiente campaña de vacunación para inmunizar a los adultos mayores de este país, nos afectó el desabasto de gas proveniente de Texas que dejó al descubierto la preocupante dependencia energética de nuestro país. También evidenció la carencia de infraestructura de almacenaje y, colateralmente, el error de haber paralizado los trabajos de explotación de nuestros ricos mantos gasíferos, como lo proponía la reforma energética de 2013. En una década el incremento de la importación de gas de desplantó de mil 459 millones de pies cúbicos, en 2010, a cinco mil 479 millones de pies cúbicos al día en 2020. Paradójicamente, informa un reportaje del New York Time: “En el mismo lapso, la producción de gas por Petróleos Mexicanos se ha reducido en 49.6 por ciento que son dos mil 484 millones de pies cúbicos diarios menos, ya que las cifras en el promedio de los primeros nueve meses del año indicaron una producción de dos mil 520 millones de pies cúbicos al día”. Bien que el gobierno pretenda la soberanía energética de México, lamentablemente, contra sus prejuicios ideológicos, no puede hacerlo solo, pues requiere de la inversión privada tal como se formulaba en la reforma energética recientemente desechada. Y en esas andamos.