Pensándolo bien
Jorge Zepeda Patterson
Querámoslo o no, la vacunación habrá de convertirse en el campo de batalla de los próximos meses de cara al proceso electoral. Como sabemos, tanto el gobierno de la 4T como la oposición se están jugando el resto en los comicios. No solo por las 15 gubernaturas que están en disputa, sino y, sobre todo, por la suerte del Congreso. Si Morena pierde el control de la mayoría, de la que gozó en el primer trienio, los esfuerzos de López Obrador para modificar el régimen quedarían neutralizados en gran medida, y la gestión misma de la administración pública, leyes y presupuestos durante el resto del sexenio tendrían que pasar por una negociación en lugar de ser el resultado de la exclusiva voluntad del mandatario.
La oposición ha recurrido a todo para desgastar la popularidad del Presidente, con poco éxito hasta ahora. Las críticas que le endosan los adversarios y los medios han hecho poca mella en la imagen de López Obrador entre los sectores populares, es decir, la mayoría de los votantes, entre otras cosas porque invariablemente él responde que las deficiencias, la corrupción o la violencia son el lastre que dejaron los malos gobiernos anteriores y que llevará tiempo desterrarlos.
Pero con la campaña de vacunación esto podría cambiar, o al menos es el cálculo que está haciendo la oposición. Primero, porque a diferencia de otros temas, la elección de las vacunas, su adquisición y la manera en que serán aplicadas compete exclusivamente a esta administración. No hay manera en que el gobierno pueda, convincentemente, cargarle el “muertito” a otro en caso de que algo salga mal. Y segundo, por las enormes expectativas y urgencia que ha despertado entre los mexicanos la posibilidad de inocularse contra el covid. Y justo de esto querrá aprovecharse la oposición.
De lo anterior, podemos dar por descontada la rebatiña mediática en la que se convertirá toda valoración sobre la campaña de vacunación. La sobrepolitización hará difícil para el ciudadano común dilucidar si la estrategia de inmunización es la correcta y si se está aplicando de manera razonablemente eficaz o, por el contrario, es un desastre con implicaciones mortales para muchos mexicanos afectados por la demora, como seguramente acusará la oposición.
La tinta que corrió a propósito de la adquisición de las vacunas mostró claramente lo que nos espera. Para los círculos oficiales, las compras que México efectuó entre los laboratorios fue poco menos que una hazaña que nos ponía por delante de muchos países; para sus críticos, en cambio, resultó un fracaso. Supongo que la verdad está en algún punto intermedio. A saber.
Sin embargo, la aplicación de las vacunas tendrá parámetros tangibles que nos permitirán evaluar el desempeño de la autoridad más objetivamente. Por un lado, están las metas de vacunación que se ha planteado el propio gobierno, bastante ambiciosas hay que decirlo. A mediados de abril, afirma la 4T, estarán inoculados todos los mayores de 60 años que así lo deseen. Ojalá, porque este grupo es el que registra el mayor número de víctimas trágicas.
Por otro lado, la progresión de la campaña puede fácilmente ser contrastada con muchos otros países, lo cual permitirá determinar nuestra relativa eficiencia o la falta de ella. Si bien es cierto que a lo largo de la pandemia la oposición exhibía el número de contagios y fallecimientos en el escalafón internacional como una muestra flagrante de la impericia de las autoridades, estas respondían, con cierta lógica, que las comparaciones eran improcedentes porque los niveles de diabetes y obesidad en México eran superiores, por no hablar del sistema de salud heredado de gobiernos anteriores. Aunque ellas mismas, las autoridades, utilizaban las comparaciones con otros países cuando creían que operaban a su favor.
Otra vez, ya no será el caso con la vacunación. Cada nación vacunará al ritmo en que sus autoridades tengan la capacidad de operar y gestionar. La velocidad con la que alcancen porcentajes significativos de inmunización de sus habitantes dependerá esencialmente de su eficiencia. Contra esa tabla habrán de estrellarse, si somos honestos, los muchos adjetivos que los actores políticos intentarán “vendernos”, sea para adornar resultados o para enlodar desempeños.
Por lo pronto habría que evitar caer en conclusiones lapidarias, porque esto apenas comienza. Hubo quienes acribillaron a las autoridades de salud y afirmaron que todo estaba condenado al fracaso, porque el día que se abrió el portal para registrarse se saturó; pero a partir del día siguiente fluyó con regularidad. Los responsables dijeron, con razón, que no tenía caso invertir excesivamente en un sistema para responder a todo el público desde el primer instante, sabiendo que ese pico solo existiría las primeras horas.
Este lunes arrancó oficialmente la campaña de vacunación en 330 municipios. Por apellido y domicilio fueron convocados los primeros adultos mayores para presentarse entre las 9 y 20 horas, lo cual provocó aglomeraciones por la mañana. Y sin embargo, el proceso fluyó razonablemente a lo largo del día para satisfacción de muchos que salieron contentos, ciertamente tras varias horas de enojosa cola, pero sin necesidad de agarrar un avión y viajar a Miami para inyectarse.
Seguramente esta primera jornada será evaluada en blanco o negro, dependiendo del cristal político desde el que se mire. Habría que tener paciencia y mesura. Señalar los aspectos que pueden ser mejorables, y entender que será un proceso cuya valoración requerirá algún tiempo. Por lo pronto, contra lo que yo creía, la primera fase, la convocatoria a la tercera edad ha sido más expedita y ordenada de lo que me había temido. Seguramente hay negros en el arroz, pero el padrón integrado en apenas unas pocas semanas y las llamadas telefónicas han echado abajo los peores augurios.
El esfuerzo que debe hacer la 4T medirá realmente los alcances y limitaciones del gobierno. El propio López Obrador ha decidido convertir la campaña de vacunación en una impronta en la que se juega el prestigio. Hablar de brigadas en las que se incluyen a los llamados Servidores de la Nación o empezar por los municipios pobres y distantes, revela que el Presidente está convencido de que su estrategia será exitosa. Todos seremos víctimas o beneficiarios, pero también sinodales para valorar su desempeño. A condición, claro, de no ser presas fáciles de la propaganda de uno y otro lado. ¿No habrá una vacuna contra la estupidez?
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