A casi dos años del espectacular anuncio sobre la creación de la Guardia Nacional, el cuerpo policiaco de primer orden que vendría a resolver el grave problema de inseguridad que mantiene en vilo la vida social de los mexicanos, en México la inseguridad no cede un ápice. Ajena a los avatares de la corrupción la nueva corporación policiaca, apoyada en la convocatoria de amor y paz del presidente hacia los grupos delincuenciales, traería la paz y la tranquilidad a los mexicanos. Desafortunadamente las expectativas se congelaron porque los índices delincuenciales siguen al alza. Lo sufrimos en Veracruz todos los días, y no parece haber autoridad competente para ponerle fin, pues no hay semana sin acentuado número de homicidios. En el sur, un “pleito” entre ganaderos arrojó varios muertos, en la zona de Orizaba la semana pasada emboscaron a tres policías y hubo severas fricciones entre la policía estatal y la municipal; esta semana amaneció con la noticia de dos mujeres, cuyo protagonismo político en Cosoleacaque aumenta los decibeles del caso. Y, cerca de allí, en Agua Dulce, corriendo este día, asesinaron a un matrimonio del lugar. “Se hará justicia”, “no habrá impunidad”, etc., se repite en cansada letanía, pero no alcanza a consolar a deudos de las victimas fallecidas ni disipa la elevada percepción de inseguridad.