El título podría referirse a cualquiera de los presidentes de la historia de México, tanto a los de este siglo como de los dos siglos anteriores. Podría tratarse de Carlos Salinas, de Ernesto Zedillo, de Vicente Fox, Felipe Calderón o Enrique Peña Nieto. Ninguno de ellos tuvo una agenda y un plan de gobierno en favor de las mujeres, de sus demandas históricas de igualdad, no discriminación y reconocimiento, ni mucho menos tuvieron políticas para frenar y detener la violencia feminicida y las agresiones sexuales que crecieron exponencialmente en cada uno de sus sexenios hasta llegar a los niveles de horror y crueldad que hoy conocemos. Ninguno de esos presidentes entendió, pero tampoco el actual Presidente lo hace y, aunque se jure “diferente”, en eso, como en otras cosas, Andrés Manuel López Obrador actúa exactamente igual que todos sus antecesores y sí, el título de esta columna también le viene “como anillo al dedo”.
Decir que su Gobierno “está a favor de las mujeres” porque tiene a más secretarias en su gabinete que ningún otro Presidente, fue un discurso que, aunque real en los números, muy pronto demostró en los hechos que la presencia femenina en la 4T era mucho más de forma que de fondo. López Obrador se rodea sí de mujeres, pero no les da un poder real, sino que las usa y las manipula para que al final terminen haciendo sólo lo que él quiere y decide.
López Obrador hizo un muro y las mujeres hicieron un monumento. La gran creatividad de las mexicanas le dio en las narices a un Presidente que no entiende ni apoya las causas feministas. No tiene empatía porque no cree ni entiende esos temas. En su visión del mundo y del país no hay razón para que las mujeres estén en las calles y protesten, aunque les reconoce y dice respetar su derecho a hacerlo, pero no logra comprender por qué salen a las calles, sobre todo las que se manifiestan de manera más radical y violenta, si el suyo “es un Gobierno en favor de las mujeres” y “en las familias mexicanas no hay violencia porque no somos así”.
Por eso, porque no entiende ni cree importantes las demandas de seguridad, igualdad y justicia de las mujeres, es que el Presidente reduce sus protestas a una “campaña política” de sus adversarios. En su mente, en su muy personal y particular visión de este 8M -como del año pasado, con su Paro Nacional y con sus ríos morados y verdes fluyendo por las principales ciudades- para López Obrador todo se reduce a una treta de “los conservadores”.
Detrás de los gritos, reclamos y destrozos que hoy se volverán a ver en las calles de toda la República, con la furia y la rabia contenida de mujeres que se niegan a aceptar que su integridad y sus vidas, para el Gobierno valgan menos que una estatua, un pedazo de cantera, de mármol o un Palacio, lo único que verá y escuchará el inquilino del Palacio amurallado, son ataques y “politiquerías” en su contra.
Y mañana, cuando pase el 8M, aunque sigan los reclamos y gritos de justicia de las mujeres, el Gobierno lopezobradorista tendrá un problema porque donde puso un muro en contra de las mujeres hoy hay un monumento a las mujeres asesinadas y muertas por feminicidio en México.
¿Qué va a hacer el Presidente con ese monumento a las víctimas de la violencia feminicida en el país, ahora que justifica el amurallamiento de la ciudad por su interés de proteger los monumentos públicos?
¿Van a tirar y a despintar las vallas donde están inscritos los nombres de apenas una parte de los millones de mujeres asesinadas en los últimos años en este país? Si lo hacen estarán confirmando lo poco que le importaron, al Estado mexicano, las vidas de todas esas mujeres cruelmente asesinadas.