“Coéforas.”
Mtro. José Miguel Naranjo Ramírez.
Un mal acto siempre tendrá consecuencias negativas, en momentos podría parecer que la justicia nunca llega y los hacedores de males viven tranquilamente en la impunidad disfrutando de la vida, pero si lo analizamos mesuradamente nos percataremos que no es así. Quien es deshonesto, infiel, corrupto, quien miente, roba, asesina, y en general, quien comete actos bajos y en algunos casos actos donde los daños son irreparables, la historia espiritual y psicológica del hombre nos ha enseñado que no vive tranquilo, que tal vez, puede aparentar vivir feliz e indiferente ante la mirada de los demás, no obstante, en su interior por bárbaro e inhumano que sea, vive intranquilo, insatisfecho, en la zozobra, ni siquiera puede disfrutar los aparentes bienes, prebendas o placeres que pretendió obtener al actuar, y lo peor es que menos puede estar a gusto y en paz consigo mismo, por lo antes expuesto bien vale la pena preguntarnos: ¿Qué bien material o deseo puede estar por encima de nuestra paz y tranquilidad?
Sabemos que existen pasiones innatas al hombre que nos descontrolan, ellas hacen que cometamos actos vergonzosos e indignos, tampoco se trata que seamos jueces implacables ante nuestra propia mirada, somos seres falibles y nadie estará exento de equivocarse, de hecho nos equivocaremos constantemente, sin embargo, como seres pensantes y poseedores de las poderosas herramientas llamadas razón y cultura, estas nos obligan y exigen esforzarnos por ser personas más moderadas, equilibradas, el conocimiento nos enseña a tener mejor control de nosotros mismos y aunque ciertos errores humanos son comprensibles, también es cierto que existen actos que resultan imperdonables e injustificables. Esta sensible y profunda temática la continuaremos analizando en la presente obra de teatro de Esquilo titulada: “Coéforas”, pieza dramática que conforma la segunda parte de la trilogía de Orestes.
En la primera pieza teatral de esta famosa trilogía de Esquilo, conocimos que Agamemnón fue asesinado por su esposa Clitemnestra en contubernio con su amante Egisto, estos personajes se quedaron con el reino de Argos, y los hijos del finado Rey Agamemnón y su traidora esposa Clitemnestra llamados Orestes y Electra, fueron desterrados, olvidados y abandonados sin ninguna piedad por parte de su madre. En la tragedia “Coéforas” nos encontramos con los siguientes personajes: “Orestes, hijo de Agamemnón y Clitemnestra, Pílades, amigo de Orestes, Electra, Hermana de Orestes, La nodriza de Orestes, Clitemnestra, Reina de Argos, Egisto, su amante, Un criado, Coro, formado de prisioneros de guerra.”
La trama central consiste en conocer la posible venganza que Orestes hará de su padre Agamemnón. La obra inicia con las Coéforas, que en la antigua Grecia eran mujeres que llevan ofrendas a Dios en sacrificios rituales. Estas mujeres se encontraban en la tumba de Agamemnón llorando por su injusta muerte, entre las Coéforas se encuentra Electra, hija de Agamemnón. Electra desea vengar la vil muerte de su padre, en sus llantos y lamentos le pide a los dioses la reencuentren con su hermano Orestes y entre ambos puedan desquitarse de los impíos que asesinaron a su padre, por supuesto que se refiere a su madre Clitemnestra y su amante Egisto, estos protagonistas a pesar de ser los causantes de la muerte de Agamemnón y las desgracias de Orestes y Electra, viven en los palacios del antiguo Rey de Argos gobernando tiránicamente a la ciudad y después de seis años de su cruel asesinato viven aparentemente felices, ricos, poderosos, y muy amorosos.
El encuentro entre los hermanos se dio, alrededor de toda la trama Esquilo realiza reflexiones sobre el mal, el bien, la venganza, la justicia, el derecho, el honor, y un sinfín de valores que si bien con el paso de los siglos los conceptos y perspectivas sobre esos valores han cambiado en la forma de apreciarlos, definirlos, vivirlos, es indudable que son valores del hombre universal sin importar épocas, un ejemplo es que Esquilo a través del Coro expresa los siguientes conceptos de derecho y justicia: “Coro: . –Moiras excelsas: que por designio de Zeus todo se lleve a término como el derecho exige: A palabra de odio se paga con palabra de odio. Es la voz de la justicia que reclama lo que a cada uno de debe: A mortal herida, dése mortal herida. El que hizo la pague… es lo que grita el trisecular aforismo.”
En cuanto al honor, Orestes manifiesta que hubiese sido preferible que su padre Agamemnón muriera en la guerra de Troya, a morir en las manos de su traidora esposa en conspiración con su amante Egisto. Orestes y Electra han decidido vengar a su padre asesinando a su propia madre junto a su amante, en esta parte de la pieza los personajes justifican porque deben cometer un acto que se percibe como atroz, es decir, asesinar a su madre: “Orestes: . – ¡Ay de mí…, nos recuerdas los deshonrosos hechos!… La fuerza vengadora la hará que pague ante los dioses la infamia con mi padre cometida…, y lo hará mi brazo! ¿Qué me importa morir yo, cuando la haya matado? Coro: – ¡Lo mutiló también…, saberlo debes…!¡Y al sepultarlo así, era con el intento de arrojar sobre ti una vida de intolerable infamia e infortunio…!¡Estos son los horrores de la ignominia que arrojó sobre tu padre! Electra: – ¡Hablar de la infausta suerte de mi padre!… Pero a mí, expulsada del hogar, sin honores, cubierta de oprobios, me cerraba la puerta de mi casa, como se cierra a un perro maléfico. Yo nunca vi en mis labios la sonrisa: sólo lágrimas interminables surcaban mis mejillas, y buscaban un lugar oculto para saciarme en lamentos y sollozos sin término.”
Orestes y Electra para llevar a cabo su propósito planearon muy bien el proyecto, el momento cumbre se logra dar en el palacio donde viven los amantes, Egisto es asesinado por Orestes y entre gritos y lamentos aparece Clitemnestra frente a su hijo Orestes, este le dice a su madre que viene a vengar la infame muerte que le ocasionó a su padre, ella le responde a su hijo que se contenga, Orestes duda y le pregunta a su amigo Pílades qué debe hacer, mientras Orestes se decide su madre le exclama:
“Clitemnestra: Yo te nutrí de niño: deja que a tu lado envejezca. Orestes: ¿Tú, asesina de mi padre, que era tu esposo, vivir a mi lado? Clitemnestra: El destino fue quien dispuso ese hecho. Orestes: También ésta tu muerte la dispone el destino. Clitemnestra: Hijo… ¿No temes las maldiciones de tu madre? Orestes: ¡Madre! ¡Una madre que me arrojó a la desgracia…! Clitemnestra: No, yo te envié a una casa hospitalaria. Orestes: ¡Me vendiste dos veces a mí, hijo de padre libre! Clitemnestra: Y, ¿Cuál fue el precio que recibí por ello? Orestes: Me abochorna decir abiertamente cual fue el oprobioso precio. Clitemnestra: ¡No te avergüences pero di también las locuras de tu padre! Orestes: ¡Acusar tú a un guerrero, descansada en tu casa! Clitemnestra: Doloroso es, hijo mío, para una esposa estar alejada del marido. ¿Vas a matar, entonces, a tu madre? Orestes: ¡Tú misma te asesinas, no te asesino yo…!”
Finalmente, Orestes asesina a su madre Clitemnestra, y con ese acto queda vengada la muerte de su padre y en los valores legales de la antigüedad se hizo justicia. Esta lectura para nosotros educados por la era cristiana nos puede parecer difícil y lo es, considero que regresar a la ley del Talión sería regresar a las cavernas, pero, por otra parte, ¿Cómo actuaríamos si pudiéramos vengar la muerte de un ser amado como son los padres o un hijo?
Que complejo resulta responder a estos cuestionamientos, la próxima semana conoceremos el veredicto de los dioses ante el asesinato cometido por Orestes, por ahora me quedo con la reflexión que Freud realiza en su libro: “El malestar en la cultura”, donde señala que parte del malestar de nuestra sociedad consiste en que la educación cristiana nos pide acciones que en nuestra esencia humana es casi imposible cumplir, ejemplo, amar a nuestros enemigos, realmente, ¿Podremos hacerlo?, La realidad real nos dice que no, pero la fe que es sagrada obliga a hacerlo y allí está el conflicto y el malestar en nuestra cultura según Freud, y considero que por ahí podríamos empezar a equilibrar nuestra educación no pidiendo actos imposibles, inhumanos, actos sólo de una deidad, de un divinidad llamada Cristo, nosotros deberíamos esforzarnos por educarnos mejor y aspirar a cumplir y vivir bajo el imperio de la ley, este propósito es lo humanamente razonable, realizable, y ni siquiera esto hemos podido alcanzar.
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