La Razón
Italia retrocedió este lunes un año en el calendario. Las calles, como entonces, volvieron a amanecer desiertas. Con diferencias, sí. Al centro de las ciudades, entregado en sacrificio a los turistas, les faltaban atractivos para visitarlo. Con bares, restaurantes y tiendas cerradas, las fotos servían para postales, sin nadie que las emborronara.
En los barrios todo era distinto. Sus pobladores salían a los supermercados, uno de los pocos entretenimientos, y paseaban por las aceras a falta de otras alternativas. Desde ayer 42 millones de personas, dos tercios del país, se encuadran dentro de las llamadas «zonas rojas», en las que solo está abierto lo esencial. El resto queda en las «zonas naranjas», donde se mantienen cerrados bares y restaurantes. Tan solo se salva la isla de Cerdeña, en la que las restricciones son mucho más livianas. Ésta es la nueva Italia, al menos hasta final de Semana Santa.
En las «zonas rojas», el confinamiento no es tan estricto como hace un año. Entre las indicaciones está no salir de casa, aunque las autoridades son conscientes de que ya es muy difícil llegar a ese punto. No se permite abandonar el propio municipio, visitar a parientes o amigos, acudir a segundos domicilios o ir a cualquier negocio que no sea considerado esencial, porque están cerrados. Con lo cual, quedan pocas vías de escape más que salir a un parque o pasear por la calle. Las «zonas naranjas» permiten pocas alegrías más. Se puede visitar una vez a algún conocido, aunque solo en pareja o con menores de 14 años. También es posible comprarse un abrigo en una tienda, pero no tomarse un café en un bar.
A excepción de Cerdeña, toda la hostelería está cerrada en Italia, aunque se les permite la entrega a domicilio. Además, siete millones de estudiantes, el 80% del global del alumnado, volvió ayer a las clases a distancia.
Italia ha llegado hasta aquí porque la tercera ola ha empezado más tarde que en otros países de su entorno. Tras descubrir la llegada del virus antes que nadie en Europa y sufrir una segunda ola aún más mortal a partir de octubre, en Navidades hubo un cerrojazo completo. Se aplicaron las mismas medidas que ahora durante aquellas fiestas, lo que permitió llegar a enero en el punto más bajo de la segunda ola.
En España, con muchas menos restricciones, comenzaba la tercera. Tras un par de meses de relativa calma, el país transalpino está actualmente en ese momento. Aunque también ha rebajado los criterios para aplicar confinamientos, por lo que las regiones entran ahora en «zona roja» en cuanto la incidencia acumulada supera los 250 casos por cada 100.000 habitantes. Este sistema de colores se aplica a nivel regional, pero se dicta desde el Gobierno de Roma. Cada uno de los territorios tienen unas restricciones en función de su situación sanitaria, pero las medidas y criterios son iguales para todos.
En los últimos días los contagios han llegado a rozar los 28.000 diarios, mientras que la media semanal está en 22.000. Se trata de un nivel menor al pico de la segunda ola, aunque los expertos calculan que las cifras todavía crecerán hasta finales de mes. Por eso la Semana Santa ha quedado también en suspenso.
Pese a que las medidas cambian evaluando los datos epidemiológicos cada dos semanas, el Gobierno ha decidido que durante los días festivos quedará cerrado todo salvo lo esencial en el conjunto del país. El factor clave es el incremento de las variantes, en especial la británica, que ya son preponderantes, pues representan más de la mitad de los casos.
Las decisiones del Ejecutivo han estado apoyadas por los miembros del comité técnico-científico, que no encontraban otro modo de frenar estas cepas.
Los hospitales italianos vuelven a estar saturados. Las UCI ya están ocupadas en un 35% por pacientes con covid, un porcentaje que supera el umbral de riesgo, fijado en el 30%. En el resto de plantas, los enfermos que ha dejado el virus representan el 39%, a un punto de la cota límite. Así, los italianos apuraron el último fin de semana para salir en tromba antes de las restricciones. Les esperan tres nuevas semanas de encierro, que se acumulan a los confinamientos anteriores.
Con más de 100.000 fallecidos, Italia es el país de la UE con más muertos por covid. El primer ministro, Mario Draghi, ha prometido acelerar la campaña de vacunación, pero el país no logra salir de esa espiral en la que entró hace un año. Ayer también se suspendió el suministro de vacunas de AstraZeneca. Difícil observar con perspectiva ese lema global nacido en Italia, que prometía que todo iba a «ir bien».
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