Agencias/Sociedad 3.0
Brasil superó los 2 mil muertos diarios de COVID-19 por primera vez desde el comienzo de la pandemia, mientras su presidente, Jair Bolsonaro, intenta paliar el desgaste provocado por su negacionanismo, objeto de mordaces críticas de su rival político, Luiz Inácio Lula da Silva.
Desde hace dos semanas Brasil suma un récord tras otro de víctimas por el coronavirus, una trágica marca que confirma al país como el epicentro mundial de la pandemia un año después de que fuera decretada por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El país sumó el miércoles 2.286 víctimas mortales en 24 horas, primera vez que supera las 2.000 desde el 12 de marzo de 2020, fecha en la que se registró el primer deceso en Brasil, y los científicos coinciden en que todavía no ha sido alcanzado el pico de la curva de una segunda ola más letal que la primera.
El grave recrudecimiento de la crisis sanitaria y el lento proceso de vacunación han comenzado a pasar factura al líder de la negacionista ultraderecha brasileña en momentos en los que varios estados del país ya han entrado en colapso sanitario.
Bolsonaro ha desdeñado en innumerables ocasiones la gravedad de la pandemia: ha tildado al coronavirus de gripecita, ha declarado que las mascarillas «son cosa de maricas» y criticado con rigor a los Gobiernos regionales que han adoptado medidas para restringir el tránsito de personas y todas las actividades productivas, a las que se opone por el efecto que tienen sobre la economía.
El capitán de la reserva del Ejército, de 65 años, también llegó a poner en duda la eficacia de las vacunas contra la COVID-19, la cual ya ha adelantado que no se aplicará.
Pero pareció dar un sutil giro, al menos momentáneo, coincidiendo con la vuelta al ring político de su principal rival, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, cuyas condenas por corrupción fueron anuladas y le abrieron la puerta para una candidatura de cara a las elecciones de 2022, en las que Bolsonaro probablemente buscará su reelección.
Aunque no despejó su futuro político, el carismático líder del Partido de los Trabajadores (PT) ya habla como candidato y se ha alzado como un contrapunto a Bolsonaro en la lucha contra la pandemia.
La víspera, en su primera comparecencia pública tras la decisión judicial, hizo campaña a favor de la vacunación, expresó, al borde del llanto, su condolencias por las más 270.000 víctimas mortales de la covid-19 en Brasil y pidió a la población no acatar «ninguna decisión imbécil» de líder ultraderechista.
Atizado por Lula, Bolsonaro compareció la víspera con máscara y abrazó el discurso de la vacunación. Su primogénito, el senador Flavio Bolsonaro, publicó una imagen en sus redes sociales en la que aparecía una foto del mandatario y el mensaje: «La vacunación es nuestra mejor arma».
El proceso de inmunización, sin embargo, avanza a marcha lenta ante la falta de dosis en momentos en los que el país atraviesa la fase más dramática de la pandemia.
En medio de ese escenario, Sao Paulo, el estado más poblado y rico de Brasil, dio un nuevo giro de tuerca en sus restricciones y determinó este jueves la prohibición de misas y cultos, así como la suspensión de eventos deportivos, como partidos de fútbol.
El Gobierno regional ya había decretado la semana pasada el cierre de todos los comercios no esenciales para frenar la expansión del virus, que la víspera dejó un récord de 517 muertes por covid-19 en el estado.
«Llegamos al momento más critico de la pandemia, nuestros hospitales están llegando en el limite máximo de ocupación (…) Brasil está colapsando y si no frenamos el virus, lo mismo pasará en Sao Paulo», advirtió el gobernador de Sao Paulo, Joao Doria.
Este jueves, Sao Paulo, el estado con mejor y mayor estructura hospitalaria del país, contabilizó un total de 20.976 personas ingresadas por complicaciones de la enfermedad, de las que 9.184 se encuentran bajo cuidados intensivos, un récord que ya se renueva por vigésimo día consecutivo.
El coordinador del centro de contingencia del estado, Joao Gabbardo, alertó que si no son implantadas las medidas decretadas por el gobierno y no se aumenta el distanciamiento social «mucha gente va a morir».
«Personas con el mejor plan de salud (van a morir). No va a haber camas en los hospitales privados, gente con mucho dinero en la cuenta morirá, así como trabajadores autónomos y gente de la clase media. No van a haber cama para todo el mundo», enfatizó Gabbardo.