Si bien cada uno de los decesos por Covid-19 significa intenso dolor familiar, tal parece que socialmente en México nos hemos acostumbrado, al igual como ocurre con las manecillas de un reloj, al incesante desfile mortuorio enmarcado en los informes de la Secretaría de Salud. Hasta ayer el registro oficial de defunciones marcaba 205 mil 002 y aparecemos en el tercer lugar mundial en esa clasificación. Todo ocurre en medio de la estridencia del ruido político, de la actitud pendenciera adoptada por el gobierno contra quienes considera sus enemigos, y de la esperanza generada por el programa de vacunación cuyo avance va adquiriendo mayor velocidad, según se observa en el número de vacunados por día. Ayer se alcanzó la cifra record de 308 mil 524 dosis aplicadas, lo cual origina esperanzas, pues a ese o mayor ritmo si se cuentan con las vacunas suficientes será posible inmunizar un número mayor de mexicanos en menos tiempo. Que así sea.