Respecto a las actitudes frente a los asuntos a cargo de los presidentes de México siempre se ha dicho que cada cual trae su librito debajo del brazo, es decir, el estilo personal de gobernar, como magistralmente lo explicara don Daniel Cosío Villegas. Solo de esa manera sería posible entender el inédito enfrentamiento del presidente López Obrador con una institución autónoma como lo es el Instituto Nacional Electoral. Obviamente, en ese conflictivo y disparejo desencuentro subyacen intenciones políticas de largo alcance, no es lugar común en México observar el despliegue del descomunal poder presidencial contra una institución constitucionalmente establecida como el INE, cuyas acciones se arropan con el manto de la ley. Es el caso del apercibimiento que el INE extiende al presidente de México por un posible escenario de desacato respecto a las medidas cautelares respecto a las alusiones presidenciales al proceso electoral con propaganda de gobierno y la advertencia de la Unidad Técnica de lo Contencioso Electoral (UTCE), de una amonestación pública. Salen chispas, ojalá no haya incendio