Lo que se busca en realidad es llevar el discurso político e ideológico del gobierno en turno a los libros de texto
El anuncio ayer de López Obrador, confirmando que viene un cambio sustancial en el contenido de los libros de texto gratuitos en la educación básica de los niños mexicanos, representa, junto con la nueva política energética, la apuesta ideológica más ambiciosa y peligrosa del actual gobierno. Porque si con la nueva estatización de los energéticos el presidente busca devolverle al Estado parte del control perdido sobre la economía y la producción nacionales, con los nuevos contenidos educativos intentan imponer, por la vía del adoctrinamiento ideológico de los niños, una visión propia y sesgada de la historia que reivindique y legitime la trascendencia de la autonombrada “cuarta transformación”.
A eso se refirió ayer el presidente cuando, desde Puebla y en un evento sobre el aniversario luctuoso de Emiliano Zapata (caudillo al que por cierto no fue a recordar a su natal Morelos ante las amenazas de protestas de grupos morelenses que cuestionan a su gobierno), confirmó que con la decisión de la SEP y una dudosa convocatoria “abierta” coordinada por su esposa Beatriz Gutiérrez Müller y por el INEHRM, se elaboraron los nuevos libros de texto en los que “va pa´atrás” la versión oficial de la historia en la educación básica, la cual atribuyó a los “teóricos de los oligarcas”, para imponer ahora su propia visión en la que, según dijo, explicarán “de dónde venimos y por qué estoy aquí”.
Es decir, que López Obrador confirmó ayer que las supuestas 1,882 personas cuya identidad nadie conoce y que en un tiempo récord elaboraron los nuevos contenidos y diseños de los libros de texto gratuitos, tienen como principal objetivo sacar los nuevos libros “al vapor” para generar la imagen de un “triunfo histórico” de la llamada “cuarta transformación”. Se trata, según fuentes internas de la SEP, de modificaciones importantes a los contenidos de tercero, cuarto y quinto año de primaria, en los que se introducen nuevas versiones de la historia, con conceptos como que el actual gobierno “es la consolidación de las luchas históricas que han marcado los momentos centrales del devenir nacional, como son la Independencia, la Reforma, y la Revolución, para concluir que este gobierno es el heredero directo de todos esos anhelos nacionales”.
La maniobra y el mecanismo son tan burdos, como explícitos; mientras el presidente afirma que lo único que busca es devolver a los contenidos educativos de primaria materias como el civismo y la ética, que “fueron eliminadas por los neoliberales”, lo que se busca en realidad es llevar el discurso político e ideológico del gobierno en turno a los libros de texto para que, más que enseñar, se adoctrine a las nuevas generaciones en la visión particular de la historia que tienen López Obrador y algunos de los grupos más radicales que acompañan a su gobierno. Así, por ejemplo, la fundación de México-Tenochtitlán en los nuevos libros de texto quedaría en 1321 y no en 1325 como han documentado historiadores y especialistas. ¿Por qué el cambio de fechas? Porque así Andrés Manuel puede conmemorar los 7 siglos de la Fundación de Tenochtitlán junto con los 500 años de su caída y de la resistencia de los pueblos originarios, tal y como ha dictado el discurso presidencial y los festejos y eventos que ya se tienen programados y que, de aceptarse la fecha de 1325, ya no le tocaría encabezar a López Obrador.
En los nuevos contenidos que se hicieron en menos de una semana, según las fuentes consultadas, se fomentará la visión del conflicto histórico tan promovida por el presidente y su esposa en el discurso que incluso ha pedido “disculpas” a la Corona Española y al Vaticano: los españoles conquistadores victimizaron a los aztecas, sin mencionar que éstos también eran opresores de los pueblos prehispánicos. Esa misma visión ideologizada permeará otros periodos históricos. El “pueblo” –palabra que se usará una y mil veces en los libros sin definición— habría enfrentado históricamente los abusos y las exclusiones de “los de arriba”, sin dar ninguna nota u observación sobre el origen social de los caudillos y otros personajes que hicieron los grandes cambios en el país, para restar importancia a los actores políticos de los sectores medios de la población.
La nueva redacción de la “historia oficial” reduce la democracia y sus valores a la “consulta al pueblo” y junto con esa última palabra, también figurará repetida la palabra “corrupción”, junto con los de “nación” y “soberanía”, sin necesariamente definirlos o caracterizarlos. Un indicador claro de que el interés de los cambios pedagógicos está más en manipular que en educar, es que el énfasis de los nuevos contenidos educativos está puesto en la historia porque es lo que más le interesa a López Obrador y su gobierno, en contraste con otras materias como matemáticas o ciencias naturales, en las que lo importante es el conocimiento y no las versiones ideológicas, además de que esta administración no tiene mayor interés en esas áreas.
Pero además de las tergiversaciones ideológicas de la historia, lo que ha desatado la preocupación de expertos, educadores y de la opinión pública es la premura con la que manufacturaron los cambios en los libros de texto. Que un gobierno o un grupo político quieran imprimir su visión en la educación pública y especialmente en la historia que se imparte en las escuelas no es algo nuevo en México y lo hicieron o intentaron varios presidentes; pero en los 62 años que tienen de existencia los libros de texto gratuitos siempre los gobiernos habían recurrido a especialistas en todas las áreas del conocimiento para su elaboración, diseño y redacción: historiadores, filólogos, matemáticos, editores, artistas plásticos, pedagogos con muchos años de experiencia mexicanos y extranjeros, participaban en un proceso que llevaba meses y hasta años.
Hoy parece que hay prisa y demasiada secrecía, que se trabaja a contra reloj en los nuevos libros de texto. Nada de consultas a expertos, no hubo tiempo para ponderar alternativas y mejorar materiales. A los pedagogos ni siquiera se les llamó y hasta los funcionarios de la SEP contratados para esta labor fueron desplazados e ignorados por una nueva coordinación a cargo de la señora Gutiérrez Müller. De las maestras y maestros solo convocaron a 220, ninguno de ellos especialista, y parece que lo único que importa, lo dijo ayer el presidente, es que los libros estén a la mayor brevedad, como si lo que se buscara es la fotografía de López Obrador entregando los libros de texto gratuitos, emulando así al presidente López Mateos.
Al final todo parece orientado a crear una narrativa, ahora llevada a los libros de texto, de que el presente es la mejor expresión de un pasado “luminoso”, un pasado que es el que quiere este gobierno sin matices, reflexión ni datos fidedignos. Adoctrinar en vez de educar a los niños no ayuda a formar nuevos ciudadanos, si acaso forma súbditos de un Estado que impone un solo pensamiento y una sola verdad. El presidente López Obrador, alentado por los grupos más radicales de su gobierno, está decidido a avanzar en este tema porque quiere generar la imagen de que tiene sentido hablar de la “cuarta transformación”, y si no hay avances ni logros en seguridad, salud, empleo y economía, solo queda el reducto de la narrativa que convierte a la educación y a los procesos educativos en patrimonio de un gobierno y no de la sociedad a la que le pertenecen.
NOTAS INDISCRETAS…
Al más puro estilo porril, ayer llegó a las afueras de la sede del INE, Félix Salgado Macedonio acompañado de sus huestes a instalar un plantón con el que busca amedrentar y presionar a los consejeros del INE que decidirán en las próximas horas el futuro de su cancelada candidatura. Tras los endebles argumentos con los que el Tribunal Electoral ordenó al instituto revisar su primer dictamen con el que canceló las candidaturas a gobernador de los morenistas Salgado Macedonio y Raúl Morón en Guerrero y Michoacán, respectivamente, los consejeros podrían reiterar su decisión de una violación a la ley electoral al no haber entregado o hacerlo extemporáneamente, como en el caso de Félix, los reportes de gastos de precampaña. Por eso la acción del autonombrado «Toro sin cerca», que amenaza con sabotear las votaciones en su estado si no le permiten ser candidato, no es no sólo una provocación, sino un acto de intimidación y prepotencia no contra los consejeros electorales, sino contra la democracia mexicana y sus instituciones. Veremos si el INE se deja amedrentar por un toro que se siente protegido y auspiciado desde Palacio Nacional o si deciden hacer valer su autoridad para ratificar una sanción que está claramente contemplada en la ley… A propósito de Palacio, difícil entender el video que ayer subió a sus redes el presidente López Obrador en el que se le ve ingresar al vetusto edificio donde vive al ritmo de una guardia militar que le marca el paso y la entrada, como si se tratara de un monarca o un emperador que entra con una marcha triunfal a su palacio. El presidente apenas se había ausentado un par de días para hacer sus acostumbradas giras al interior del país y la recepción que le hacen parece excesiva. Y si ya verlo entrar a paso marcial en el Palacio era extraño, más raro aún fue su saludo cuando se para al centro del Patio Central y desde ahí el presidente lanza un sonoro «Buenas tardes», que le es respondido a coro por los miembros de la banda militar que antes le musicalizaron su marcha: «¡Buenas tardes, señor presidente!». Ya sabemos que este es un gobierno y un presidente que gusta de los símbolos y a veces hasta de la faramalla, pero lo de ayer parece un extraño y raro desplante. ¿A quién quiere impresionar el presidente?… Los dados mandan Serpiente Doble. Y regresan recargados y filosos.