Tal vez nunca como ahora es posible explicar con meridiana claridad el significado de la frase que encabeza esta nota, lo facilita la abundancia de los casos. Permite, además, fortalece la tesis cuyo fundamento sostiene que la clase política es el reflejo del ser social; lo cual pudiera ser una audaz conclusión para oídos castos y mentes conservadoras, pero es demostrable en nuestra realidad. El proceso electoral en curso sirve a la perfección: candidatos acusados de mantener nexos con el crimen organizado, de violadores, de pederastas, libidinosos, deshonestos, mentirosos. Gobernantes tildados de corruptos, de ineptos, etc. Acaso habría réplica indignada respecto a lo anotado, aludiendo a que no todo está podrido en nuestro contexto social, y sin duda le asiste la razón, pero, cabe la interrogante ¿cuánto de la porción no maleada de la sociedad, los moralistas, los honestos, el defensor de las castas costumbres, conforma nuestra sociedad? Para comprobarlo quizás baste con candidatear para algún cargo de elección popular a quien se asuma integrante de ese sector poblacional, para entonces comprobar si, como las aves inmaculadas de Díaz Mirón que cruzan el pantano sin mancharse, supera esa malévola criba. Así comprobaríamos que “no todo en Dinamarca está podrido.