Prosa aprisa
Arturo Reyes Isidoro
Poco más de una quincena después, todavía muchos se siguen preguntando por qué perdió la elección, en forma abrumadora, la oposición.
He venido señalando tres factores, en los que coinciden ganadores y perdedores: por los programas sociales del gobierno, por la enormecantidad de dinero que gastaron y por muchas irregularidades que cometió y utilizó el aparato oficial incluyendo actos de violencia.
Pero creo que una vez que se van calmando las aguas cabe preguntar también por qué ganó el presidente la elección, que aunque no estuvo en las boletas fue factor determinante para el triunfo guinda.
Reitero que hay declaraciones, decisiones, muchas, de Andrés Manuel López Obrador, con las que no estoy de acuerdo, pero hay otras que, aunque cuestionadas por algunos medios, a mí me parecen justas y marcan una diferencia con los gobernantes priistas y panistas.
Causó polémica la revelación de que una joven ingeniera veracruzana, Arlette Silva Magaña, egresada además del Instituto Tecnológico de Veracruz, pasó de formar parte de la ayudantía presidencial (corría al lado de la camioneta de AMLO en sus giras para apartar a la gente que quería hablar con él, a fin de abrirle paso al vehículo para que avanzara) a ser alta funcionaria de Pemex.
Escuché y leí con atención la justificación que dio López Obrador el lunes en su conferencia de la mañana. Se quejó, nuevamente, de la crítica de la prensa, se fue directamente contra El Universal y Reforma y entró al tema.
“… fíjense, hoy, las primeras columnas, la noticia principal en El Universal es de que jóvenes que están trabajando conmigo, que los estamos formando, están ya siendo promovidos y ocupan cargos, jóvenes preparados, honestos; pues no les gusta, lo ven mal. ¿Qué quieren?, ¿que continúen los mismos funcionarios corruptos en el gobierno?
No, tenemos que renovar la administración pública, si no, podemos retroceder si no formamos cuadros nuevos, jóvenes para el relevo generacional. Pero no, les molesta, no quieren que hagamos ningún cambio”.
Luego, exhibiendo en pantalla la primera plana de Reforma:
“Pero miren: ‘Pasan de ayudantes de AMLO a estar en puestos de alto nivel’, como si eso fuese un pecado, algo indebido. Son jóvenes universitarios que se están formando.
¿Y saben cuántos ayudantes hay en la Presidencia? Quince, mujeres y hombres, jóvenes profesionales, pasan un tiempo ahí, se van a las giras, conocen más sobre la realidad del país, se van formando, recogen los sentimientos del pueblo, de la gente.”
Se refirió al caso de uno de sus jóvenes ayudantes a quien en una gira una señora le pegó una cachetada y “aguantó estoicamente”. Dijo entonces que el joven tiene licenciatura en Ciencias Políticas en la UNAM y por eso lo promovió al frente del programa de becas.
Entró entonces al caso de Arlette: “Ah, aquí está, la misma. Miren, esta compañera es ingeniera, joven, veracruzana. ¿Cómo no le voy a dar la oportunidad si es una mujer íntegra, honesta?”
Anunció que a los jóvenes los va a seguir promoviendo, haciendo cambios “para renovar el equipo con gente joven y con esas características”.
Arlette, la veracruzana, con oficinas en Coatzacoalcos pero también en un piso en la Torre de Pemex en la Ciudad de México, de hacerla de ayudante en el equipo de logística (a cargo de lo que fue el Estado Mayor Presidencial), apenas en febrero entró como sugerente en Pemex y en marzo la ascendieron a gerente de Contrataciones y Proyectos de la paraestatal, autorizando de inmediato contratos por más de 550 millones de pesos para tres refinerías.
Ahí está una gran diferencia, la gran diferencia con los gobernantes del PRI y del PAN, algo que debe obligar a los dirigentes de estos partidos a reflexionar sobre lo que siempre hicieron mal y que AMLO, con ADN tricolor, ha corregido.
Durante 30 años pasé por la función pública en gobiernos priistas y por eso me consta que siempre hubo muchos jóvenes con méritos suficientes, con preparación y con mucha ambición de escalar en la estructura burocrática y en la pirámide política, pero que siempre vieron truncados sus anhelos, sus ilusiones ya que salvo una que otra excepción, los encumbrados siempre favorecieron a sus amigos, a sus socios, a sus compinches, y los de abajo rara vez pasaron de ser pericos perros, pero no porque no hicieran esfuerzos, no tuvieran cualidades ni méritos (en nuestra habla, cuando alguien no se esfuerza para salir de la mediocridad, ya sea social o económica, de él se dice que no saldrá de perico perro, pero en lo que comento, fue por injusticia).
El mal venía desde su partido político. Conocí muchas generaciones de jóvenes que dejaron parte de su vida haciendo méritos, en campañas pintando bardas expuestos a las inclemencias del tiempo, colgando pendones, banderines, cargando y repartiendo propaganda y un largo etcétera, con el anhelo de ser tomados en cuenta algún día aunque fuera para candidatos a regidores o encontrar un empleo, pero siempre los relegaron o los ignoraron.
En cambio, las candidaturas, los cargos, fueron siempre para los amigos, para los hijos y las hijas de los amigos, para los recomendados, quienes muchas veces, las más de las veces, no tenían ningún mérito. Generaciones enteras de jóvenes se perdieron para siempre con la esperanza de que algún día obtuvieran su recompensa. A muchos, cuando dejaron de servirles hasta de sirvientes y mandaderos, los desecharon sin ni siquiera darles las gracias.
Tiene razón AMLO –según mi punto de vista, en este caso–. Cómo cuestionarle que le dé oportunidad a los jóvenes, para que trabajen con él, para que se preparen a su lado, así sea que tengan que hacer méritos en un trabajo que en los gobiernos priistas y panistas era exclusivo de militares del Estado Mayor Presidencial.
Por qué no darle oportunidades a jóvenes que, además, están preparados con carreras universitarias, que son honestos. Y dijo algo muy cierto, que quienes pasamos por la función pública también sabemos que es verdad: solo así, a ras de tierra, recorriendo la república, escuchando el reclamo de la población, se recogen los sentimientos de la gente. En efecto, no es ningún pecado ni algo indebido que promueva a jóvenes.
Con algo más: si quiere trascender y que su proyecto político y de gobierno se consolide, tenga éxito y perdure, tiene que formar nuevos cuadros para el relevo generacional, para ir renovando la administración pública.
Creo que ese es un grave problema que tienen en el PRI y en el PAN: siguen los mismos de siempre en las cúpulas, haciendo lo mismo de siempre, y no se ve por ningún lado la innovación que pueden aportar los jóvenes sobre todo ahora en la era del ciberespacio, de la inteligencia artificial, de los influencers (ahí está el ejemplo de Nuevo León).
Por lo que se ve, a eso le apuesta López Obrador. Está pensando más allá. Y de que es efectivo, no hay duda. Aquí mismo en Veracruz recuerdo que alguien que obró igual en la década de los años 70 fue el gobernador Rafael Hernández Ochoa, quien dio la oportunidad a muchos jóvenes, quienes se formaron a su sombra: Gonzalo Morgado Huesca y Miguel Ángel Yunes Linares, los más cercanos, pero también Carlos Padilla Becerra, hoy presidente del Comité Olímpico Mexicano, Flavino Ríos Alvarado, Edel Álvarez Peña, Felipe Amadeo Flores Espinosa, José Luis Salas Torres, Raúl Ramos Vicarte, Juan Herrera Marín y un largo etcétera, la mayoría de los cuales todavía están activos y participan en la política.
Estos jóvenes a los que está promoviendo AMLO no solo le serán fieles e incondicionales a morir, sino que son ahora un estímulo para que otros más los imiten y se sumen al trabajo empezando desde abajo, haciendo méritos, porque están viendo que este presidente sí los toma en cuenta.
La oposición tiene que aprenderle, pero, además, mientras que parece anquilosada y hasta estancada, ya ve, ya sabe que el enemigo a vencer está viendo hacia el futuro y se está preparando y está preparando a sus nuevos cuadros. Si sigue así, va a empezar a sumar a más jóvenes, incluyendo a los que ahora están en el PRI y en el PAN.