Era 2015, primera elección en la que participaba Morena, tras haber sido creado por Andrés Manuel López Obrador, quien era el primer dirigente nacional de su nueva fuerza política.
Acababan de pasar las votaciones federales del 7 de junio y el flamante dirigente morenista fue a San Cristóbal de las Casas, Chiapas, donde gobernaba el PVEM, y desde ahí soltó un epíteto contra los verdes que le disputaron a Morena los distritos y municipios chiapanecos:
“Es un partido de juniors, son los hijos o nietos de los que han sido gobernadores del PRI”. Luego, el 28 de junio, López Obrador se lanzó contra Manuel Velasco, entonces gobernador
chiapaneco por el Verde y quien después lo apoyaría financiando su movimiento rumbo al 2018: “Y el actual gobernador de Chiapas es del Partido Verde, nieto de otro gobernador del PRI, y ese es el Verde, y ya ni hablar de ese nuevo engendro que crearon aquí en Chiapas que se llama Mover a Chiapas, mejor dicho, Fregar a Chiapas… Por eso sacan los votos de la zona más pobre y ellos se quedan con las tajadas más grandes del presupuesto, con el dinero del pueblo…
Así es como lo hace el gobernador de Chiapas, conocido como ‘El Güero’, quien es un mañoso y corrupto”, decía el entonces líder nacional morenista. Paradojas de la vida, hoy ese partido que consideraba de “juniors” y de “corruptos y mañosos” es el principal aliado de Morena y el único que ayudaría al partido del presidente a lograr la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados con sus más de 70 diputados que se espera obtenga una vez que se asignen las plurinominales.
El partido del presidente depende de ese partido al que acusaba de ser parte del PRIAN y de ser un partido satélite, cuando les decía a los chiapanecos que dejarán de pensar “que hay muchos partidos políticos, porque solo hay dos opciones: el PRIAN-Verde y asociados, y el segundo es Morena, que avanzó el 7 de junio, pese a que lo querían aplastar”.
Una muestra de que el presidente sabe lo mucho que hoy depende su fuerza en la Cámara de Diputados del Verde, un partido que históricamente ha cambiado de aliados como cambiar de piel, es lo que ocurrió el fin de semana. Al hoy coordinador del PVEM en el Senado, Manuel Velasco Coello, le hicieron sentir un manotazo presidencial para que el exgobernador chiapaneco entendiera que, si no es con Morena la alianza de los verdes, les pueden aplicar la ley y darles trato de enemigos.
Justo un par de días después de que Velasco declarara el viernes en distintas entrevistas que el Verde “está abierto a dialogar con todos y convoca a un diálogo amplio con todas las fuerzas políticas para construir acuerdos”, desde el SAT se filtraron documentos sobre una investigación en contra del líder del PVEM en el Senado, al que acusan de haber gastado 500 millones de pesos a través de empresas factureras en operaciones realizadas entre 2019 y 2020.
La información fue de inmediato interpretada en las cúpulas del partido del Tucán, como una suerte de “aviso o amenaza” desde Palacio Nacional para que los líderes verdes no
anduvieran coqueteando con la alianza legislativa del PRI-PAN-PRD o con cualquier otro partido que no fuera Morena.
Hoy, en su necesidad de tener cerca a los verdes, esos que tanto detestaba, López Obrador se parece un poco al personaje de García Márquez en “Memorias de mis putas tristes”. Cuando aquel viejo periodista soltero y que se enamora de una adolescente virgen, Delgadina, con la que hace el amor justo el día que cumple 90 años, refl exiona y dice: “El sexo es el consuelo que
uno tiene cuando no le alcanza el amor”.