Leo Zuckermann
Juegos de poder
Se cruzan las acusaciones de la intervención del crimen organizado en las pasadas elecciones de junio. Dos ejemplos, tan sólo ayer.
De parte del bloque opositor, habló el gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles, en el noticiero de Ciro Gómez Leyva en Fórmula. “Morena es un narco partido”, dijo. Dejó una carpeta con supuestas pruebas de la intervención del crimen organizado en las elecciones michoacanas. Aseguró que los operadores de dichos comicios fueron los exgobernadores Leonel Godoy y Jesús Reyna, este último encarcelado hace unos años por delincuencia organizada. “Reyna le anda pagando el favor a Morena y al presidente (López Obrador) porque siente que es el que lo sacó de la cárcel, un 24 de diciembre, porque estaba preso por sus vínculos con La Tuta (Servando Gómez Martínez, líder de Los Caballeros Templarios)”. Y Aureoles fue más allá de su estado: “Todo el corredor del Pacífico lo gana Morena y, ¿quién está detrás de Morena?, el crimen organizado”.
De parte de la coalición gobernante, escribió Dolores Padierna en El Financiero: “al menos en la Ciudad de México resultó inédito la alianza de las mafias políticas —como la del priista Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, el prófugo rey de la basura— con la mafia delincuencial que opera en nuestro territorio. En varios lugares del país y de la Ciudad de México se constituyó una suerte de frente mafioso: políticos con pasado de corrupción y abusos hicieron acuerdos con mafias delincuenciales para operar la compra de votos, para coaccionar y amenazar a los ciudadanos, para crear un ambiente de terror que inhibió la participación”. Recordemos que Padierna perdió la elección para la alcaldía de Cuauhtémoc en la capital.
Así que, tanto la oposición como el gobierno, se quejan de la intervención del crimen organizado en las elecciones que, según ellos, fue determinante en los resultados.
Creo que debemos tomarnos muy en serio estos alegatos. No podemos descartarlo sólo porque vienen de los perdedores de los comicios.
Lo digo por experiencia propia.
Después de la elección de gobernador en Michoacán en 2011, critiqué a la candidata derrotada del PAN, Luisa María Calderón, hermana del entonces presidente, por haberse quejado de que la competencia había sido injusta ya que el vencedor, Fausto Vallejo, de la alianza PRI-PVEM, había ganado a la mala gracias a la intervención de los grupos del crimen organizado.
Parecía el argumento de una mala perdedora. No lo era. A la postre, salió a la luz pública un montón de evidencia que comprobaba que gente muy cercana a quien se convirtió en gobernador, Fausto Vallejo, tenía vínculos directos y amistosos con el principal capo michoacano, el famoso Tuta, incluyendo a su hijo y al mencionado Reyna.
Tenía razón Cocoa Calderón y, por tal motivo, le ofrecí una disculpa pública.
Lo interesante es que, diez años después, veo los mismos argumentos de la participación del crimen organizado. Amedrentaron y hasta mataron a los candidatos que no les convenían. Ganaron por un margen desproporcionado en las secciones electorales donde hay una amplia presencia de la delincuencia. Compraron el voto. Ellos decían por quién votar y exigían pruebas a la ciudadanía de cómo sufragaron. Inhibieron el voto en las secciones opositoras. Cerraron carreteras y no permitieron la entrada de la fuerza pública durante la jornada electoral. No dejaron que los encuestadores hicieran encuestas de salida. En suma, “los chicos malos” impusieron, a fuerza de plata y plomo, a los gobernantes que querían. Narco gobiernos, pues.
Diez años después, mismos argumentos y de ambos lados.
También aparece, de nuevo, la idea que esto podría trascender a nivel nacional.
En 2009, el entonces secretario de Economía, Gerardo Ruiz Mateos, había señalado que si el gobierno de Calderón no hubiera emprendido las acciones contra el narcotráfico, “el próximo presidente de México sería un narcotraficante”. Ayer dijo lo mismo Aureoles en Fórmula: de seguir así, “el próximo presidente de la República del 2024 lo va a poner la delincuencia organizada”.
De los dos polos de la política se argumenta que algo está muy podrido en nuestra democracia. Habría que tomárselo en serio. La solución pasa por un acuerdo de todos los políticos, de todos los partidos, para extirpar el tumor del crimen organizado de las elecciones. El problema es que no veo factible dicho acuerdo porque todos están en la competencia despiadada. En lugar de estar pensando en el futuro de la democracia, se la pasan acusando a los ganadores de sus asociaciones con las mafias.
Twitter: @leozuckermann