Aún no encuentra el gobierno federal la fórmula adecuada para dejar resuelto el gravísimo problema del desabasto de medicinas en los hospitales del sector salud, pese al ultimátum de noviembre pasado expresado en una de las mañaneras con el Secretario de Salud presente, “no permitiré excusas”, dijo entonces, pero los hospitales, clínicas y Centros de Salud siguen en permanente ayuno de medicinas porque en la Secretaría de Bienestar no atinan a resolverlo. Ese expediente es una de las asignaturas que vienen marcando con creciente acento las deficiencias de la actual administración, y lo peor radica en el fuerte impacto que significa diferir tratamientos para enfermedades como el cáncer y la diabetes. Más preocupante aún, porque a este importantísimo Sector de gobierno corresponde el diseño de la estrategia contra la pandemia provocada por las diferentes variantes del Covid19 cuyas estadísticas mortuorias no despiertan confianza ni seguridad respecto a su conducción. Preocupante porque se aúna con la singular estrategia para contener el avance de Ómicron en el país, pues mientras en la Organización Mundial de Salud (OMS) se recomienda no catalogar como “leve” ese nuevo brote “porque sigue causando muertes”, aquí en México el Director del IMSS, Zoe Robledo, asegura que “no es preocupante” y el propio presidente recomienda no hacer caso a quienes pretendan infundir miedo sobre la nueva ola. Sin embargo, la realidad enseña señales para el pesimismo, la pandemia se ha reactivado significativamente en todo el mundo y se manifiesta en el exponencial aumento del número de contagios: con matices obviamente: 300 mil en Francia, un millón en los Estados Unidos y en nuestro país, atípico aumento, 25 mil 821 casos nuevos. Hasta ayer, el número de decesos fue de 299 mil 933 personas fallecidas, lo cual configura un fuerte impacto en el ánimo de quienes ya creían haber cruzado los umbrales del peligro. Pero las cifras son elocuentes y no presagian nada halagüeño, triste constancia de nuestros días.