Por Aurelio Contreras Moreno
Si todavía existiese alguna duda sobre la descomposición que se extiende por
todo el régimen de Morena en Veracruz –específica, pero no únicamente-, el
videopasquín que soltaron desde alguna atarjea este miércoles los desnudó como
la basura que son, tanto sus cabezas reales como los obedientes lacayos que lo
confeccionaron.
¿Por qué están tan molestos en el gobierno de Veracruz con las críticas de los
periodistas, si según ellos tienen una “gran aceptación” entre la ciudadanía?
Precisamente porque una cosa es la propaganda barata que colocan en medios
que les regalaron su línea editorial por un plato de lentejas frías, que la realidad
que asuela a la entidad.
El “banderazo” de la violencia para una nueva disputa entre grupos
delincuenciales por el control de Veracruz que significó la oleada criminal de
principios de año, con más de 35 asesinatos a lo largo de toda la entidad
–incluidas las narcoejecuciones en Isla y Emiliano Zapata- en una sola semana
revelan un estado desvalido, en manos de autoridades indolentes, incapaces e
incompetentes en el mejor de los casos. Cómplices, en el peor y por desgracia,
más creíble escenario.
Adicionalmente, la tozudez y ausencia de talento de Cuitláhuac García y su
pandilla solo lograron ahondar la crisis política provocada por los sistemáticos
abusos de autoridad que se cometen en la entidad y que llevaron al gobierno
estatal a enfrentarse con la –poca- real oposición que queda. Pero principalmente
con una importante facción dentro de su propio partido, Morena: la que encabeza
el senador Ricardo Monreal.
En el enfrentamiento con Monreal ha quedado de manifiesto, vergonzosamente
exhibida, la verdadera dimensión del régimen estatal: pequeño, debilucho,
cobarde. Incapaz de defenderse con argumentos y, por ello mismo, proclive a la
injuria y la calumnia como única herramienta para intentar contener embates
contra los que nada puede replicar.
Pero quizás lo más grave de este encontronazo, desde la óptica de la política, es
la evidencia de la fragilidad interna en Morena, cuya existencia depende en
exclusiva de su único factor real de cohesión, que se llama Andrés Manuel López
Obrador, y que en cada desencuentro queda más expuesta ante la opinión pública
no incondicional del morenato.
En medio de ese escenario, se les ocurrió la brillantísima idea de embarrar a
través de un video anónimo –que no de Anonymus- a los periodistas que hemos
criticado su deplorable y funesta actuación, y que además hemos consignado las
declaraciones de sus “enemigos”, con supuestas conspiraciones asesinas
aderezadas con un elemento extra, dijeran ellos mismos, para “ponerle sabor al
caldo”: insinuar que esos periodistas podemos ser asesinados y constituirnos
como “daños colaterales”.
En uno de los estados donde más periodistas han sido impunemente asesinados
eso constituye una irresponsabilidad de alcances delincuenciales, por la cual sus
autores tendrían que ser sometidos a un proceso penal por incitar a la violencia y
al homicidio.
Ni qué decir de la gigantesca violencia de género desplegada contra las mujeres
mencionadas en el videopasquín: periodistas y parejas o ex parejas de periodistas
a las que se buscó sobajar con infamias que, valga decir, solo demuestran el
machismo y la misoginia rampantes dentro del lopezobradorismo que las
“feministas de cuarta” hacen como que no ven.
Tras soltar la piedra, todos esconden la mano. Pero la autoría del libelo se
sospecha en varias vías: desde la coordinación de Comunicación Social que
encabeza un antisocial publicista incapaz de cuidar la imagen del que le paga,
pasando por alguna negra y sucia oficina de la Secretaría de Gobierno, hasta el
congal en el que un iletrado ex vendedor de coches tiene convertido al Congreso
del Estado.
Sin embargo, la respuesta de Cuitláhuac García al ser cuestionado sobre la
necesidad de una investigación no deja lugar a dudas, por su pedestre
“elocuencia”: “mi opinión y coincido con el presidente, es que las redes son libres y
es mejor tener esa libertad y que seamos los ciudadanos conscientes los que
decidamos qué ver, qué ignorar, a qué hacerle caso, y que tengamos diferentes
versiones (…). Como a mí no me daña derechos ese video (…) entonces si
alguien quiere mover el video, pues que lo mueva. Son redes, ¿qué podemos
hacer?”.
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