El sábado pasado, en Nuevo Laredo, la imagen del presidente López Obrador junto al gobernador de Tamaulipas, Francisco García Cabeza de Vaca, circuló profusamente en las redes sociales y en los medios, tanto nacionales como locales, por tratarse de un encuentro que hace tiempo no sucedía y que había sido evitado en varias ocasiones por la Presidencia de la República.
La fotografía, donde a Cabeza se le ve sonriente, ocurre cuando la situación jurídica del gobernador aún es indefinida, con una orden de aprehensión en su contra y dos controversias constitucionales pendientes de resolverse en la Suprema Corte de Justicia de la Nación para definir si el mandatario tiene o no fuero constitucional que evite su detención por parte de la Fiscalía General de la República.
Pero además del purgatorio judicial en el que vive Cabeza de Vaca, el reencuentro entre éste y López Obrador sucede justo en la víspera de las campañas por la gubernatura estatal, en donde Morena y el PAN se disputan el control político del estado, y en donde hay además denuncias, señalamientos e investigaciones en agencias de Estados Unidos, sobre presuntos financiamientos ilícitos a candidatos de Morena en Tamaulipas durante los pasados comicios, con dinero proveniente del empresario tamaulipeco asesinado en Nuevo León, Sergio Carmona, en lo que ya se conoce como el “Carmona-gate”.
Por todo ese contexto político, la reunión de AMLO y Cabeza de Vaca el sábado durante la visita de supervisión a la Aduana Federal de Nuevo Laredo —la más importante y de mayor movimiento comercial en el país, pero también de mayor contrabando ilegal y evasión de impuestos— tuvo todo tipo de interpretaciones y análisis sobre lo que hubo detrás de esa imagen de los dos personajes que se han confrontado políticamente.
Era tan claro el rechazo de la Presidencia a una foto con Cabeza de Vaca que en septiembre pasado, durante la inauguración de la Feria Aeroespacial en los terrenos del nuevo Aeropuerto Felipe Ángeles, la Ayudantía presidencial tuvo que cercar al gobernador de Tamaulipas, que se presentó al evento, para evitar que se acercara a López Obrador como intentaba.
¿Qué cambió entre el rechazo abierto de la Presidencia el año pasado a permitir ahora la imagen de un reencuentro institucional con Cabeza de Vaca? En Tamaulipas la interpretación que difunden desde el Palacio de Gobierno dice que el presidente reconoció que ya no está vigente la orden de aprehensión ni el desafuero del gobernador, al haber sido rechazado por el Congreso local, por lo que el panista “ya libró el desafuero y la aprehensión”.
Incluso a nivel local muchos cuestionaron que mientras se reunía con el gobernador panista, López Obrador no haya siquiera aceptado saludar al virtual candidato de Morena, Américo Villarreal. Si a todo eso se suma que en la Corte se escucha que las dos controversias del caso Cabeza de Vaca se van a resolver hasta después de las elecciones, todo eso hace pensar que el reencuentro de Nuevo Laredo puede traer más mensajes de fondo.
O Cabeza de Vaca fue a Nuevo Laredo a presentar su “rendición” porque ya hay, como se dice un “pacto político” para que entregue el estado a Morena en los próximos comicios a cambio de una negociación para suavizar las acusaciones penales en contra de él y de su familia, o fue a recibir la “bendición” para pelear con todo por el triunfo de su candidato del PAN, a cambio de que pasando la elección enfrente el proceso judicial en su contra. ¿Qué fue entonces lo que se vio en la frontera, bendición o rendición?