martes, noviembre 5, 2024

Basura


*Cosas Pequeñas, por Juan Antonio Nemi Dib

Al hablar de uno de los filmes más grandiosos y lastimeros que he visto en mi vida y que absolutamente nadie debiera perderse -La Lengua de las Mariposas—, Juan Cruz escribió un artículo estupendo publicado por “El País” en 2011.
Allí, Cruz afirmaba que: “Los insultos tienen su origen en el desdén o en el odio; como dice el filósofo Emilio Lledó, tienen por objeto ‘la descalificación del otro, la anulación del prójimo’. Es una bofetada, un ninguneo. Y un chantaje. Insultar es grave, pero la sociedad se está acostumbrando. Acaso porque las palabras pesan menos, o, como dice José Luis Cuerda, el director de aquella película, ‘porque las palabras se han abaratado’. La costumbre del insulto ha arraigado de tal manera que los insultos se televisan; en reality shows y otros programas de tertulias, mujeres y hombres, a veces con estudios, por ejemplo de periodismo, se descalifican entre sí con insultos que emiten gritando. Son descalificaciones, ‘intentos’, como reitera Lledó, ‘de anular al otro, chantajes, por tanto’.
Llamar a alguien “basura” es una de las más precisas y contundentes formas de insultar, es señalar a alguien como algo que ensucia, algo residual, un desperdicio sin valía. Se trata de una descalificación inexplicable si no es porque la acompañan una cuota de profundo desprecio y encono, muy de moda en estos tiempos pletóricos de individualismo, confrontación y discordia. Es probable que un par o dos de especímenes (la verdad es que varios cientos) cabrían en esa taxonomía e incluso hasta podría inaugurarse una nomenclatura para ellos, quizá “quisquilias homo” u “homo stercus”.

Pero no es el caso. Lo de hoy es menos retórico, más concreto y muy, muy preocupante.

La Organización de las Naciones Unidas ha presentado estudios científicos que demuestran que: “cada año se recolecta en el mundo una cantidad estimada de 11,200 millones de toneladas de residuos sólidos, mientras que la desintegración de la proporción orgánica de estos residuos sólidos contribuye aproximadamente al 5 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.”

Pero esas investigaciones dicen cosas más acongojantes: “Sólo se ha reciclado un 7 % de todo el desecho de plástico que se ha producido a lo largo de la historia. Aproximadamente un 12 % se ha incinerado, mientras que el 79 % restante se ha acumulado en vertederos, basureros o en el medio ambiente.”
Y lamentablemente no es cosa de juego, menos para hacernos tontos y eludir la responsabilidad de todos nosotros en el problema: “en el mundo, se compran un millón de botellas de plástico cada minuto y se usan hasta 5 billones de bolsas de plástico de usar y tirar al año a nivel global. En total, la mitad de todo el plástico producido se diseña para usarlo una sola vez y, después, tirarlo. Los desechos electrónicos que se generaron a nivel mundial crecieron de 5,3 a 7,3 kilogramos per cápita al año entre 2010 y 2019. Mientras tanto, el reciclaje ecológicamente racional de desechos electrónicos aumentó a un ritmo mucho menor: de 0,8 a 1,3 kilogramos per cápita al año.”
La cosa es que hoy se encuentran -de manera regular— micro partículas plásticas en los peces y prácticamente toda la flora y fauna de los oceános, en cuerpos de agua aparentemente limpia, en frutas y verduras, por supuesto también, en el aire que respiramos. “Los microplásticos derivan de múltiples fuentes, los podemos encontrar en los productos envasados y recipientes de alimentos y bebidas. Aunque la mayor parte de la ingesta a nivel mundial, de acuerdo a los estudios, proviene del agua, los mariscos, la cerveza y la sal.”

La medicina ambiental es una ciencia relativamente nueva, que empieza a realizar correlaciones científicas entre nuestro estilo de vida y la salud, aunque contrario sensu, lo que intenta descubrir son los daños que nos estamos causando nosotros mismos con este estilo de vida que consume sin límites, que ensucia sin límites, que agota recursos, que altera ecosistemas y que irracional e inmoralmente cancela posibilidades a las próximas generaciones.

La Universidad de Columbia Británica ha calculado que “el consumo de pequeñas partículas de plástico de una persona oscila entre 70 mil y 121 mil por año, dependiendo de la edad, el sexo y… los hábitos de consumo”. No debió ser grato cuando se descubrieron plásticos mezclados con los tejidos de una placenta humana.

Tampoco será grato cuando podamos decirnos unos a otros a voz en cuello: “eres una basura”, sin afán de insultarnos, sólo describiendo la atrocidad que le causamos al entorno que nos mantiene vivos y que, en los escenarios más optimistas, en el año 2050 habrá reventado, si no cambiamos de inmediato, si no paramos de convertirnos en inmundicias.

antonionemi@gmail.com

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