Despojado ya de cualquier careta democrática, quizás convencido de que no necesita seguir simulando ni aparentando lo que no es, el régimen autoproclamado como la “cuarta transformación” del país pisó el acelerador del retroceso autoritario a niveles prácticamente sin precedentes.
Haciendo suyas y llevando a otra altura las peores prácticas del priismo más antidemocrático, Morena y el lopezobradorismo han emprendido un camino sin retorno: el de la ilegalidad y la más burda imposición, olvidando el discurso con el que navegaron durante décadas para hacer frente al ejercicio despótico del poder que hoy han abrazado sin sentir ni un poquito de asco.
Verdaderamente enloquecidos por un poder que creen les durará para siempre, en el Congreso de la Unión los legisladores “4t” exhiben la excitación cuasiorgásmica que les provoca pasar por encima de sus opositores al humillarlos, “mayoritearlos” y además escupirles en la cara que son minoría y que ellos, la versión recargada de la vieja “aplanadora” priista, tienen la mayoría y pueden hacer prácticamente lo que les venga en gana. Incluyendo pisotear la Constitución, como hicieron con el “decretazo” con el que se dieron permiso a sí mismos de ignorar las leyes que ellos mismos aprobaron.
En un tiempo récord se “les olvidó” la justicia, el piso parejo, la competencia democrática equitativa. Hasta el diálogo con quien piensa diferente dejó de importarles. A cambio, la vulgaridad del abuso del poder, la sevicia de sus resentimientos reprimidos a los que hoy dan rienda suelta para destruir a las instituciones que ellos mismos ayudaron a construir. Claro, cuando les resultaba útil la democracia.
Porque ahora, solamente les significa un estorbo para sus opiáceos delirios por perpetuarse en el poder, para lo cual acuden a una burda simulación, a la peor farsa política de los últimos 50 años en México: una consulta de revocación de mandato del presidente, ¡promovida por el propio presidente y no por la sociedad!, en la que llaman a una “ratificación” -inexistente como figura jurídica y completamente innecesaria-, y hacia la que claramente están desviando una millonada en recursos públicos –en Veracruz, hay evidencia de que es desde la Secretaría de Finanzas y Planeación y el Tribunal Superior de Justicia del Estado-, para atiborrar de propaganda de manera realmente obscena carreteras, avenidas, bardas, autos y transporte público.
La “revocación” aparece como una pieza fundamental rumbo a la sucesión de 2024. Con el derroche propagandístico buscan exprimir la popularidad que le queda al presidente López Obrador –todavía alta, pero en paulatino, inexorable e inevitable descenso- en favor de su partido de cara a las elecciones locales de 2022 y 2023 y a la federal de 2024, al tiempo que le tienden una trampa a la institución a la que tienen en la mira desde que arribaron al poder: el Instituto Nacional Electoral, al que buscan o bien destruir, o por lo menos tomarlo por asalto para volverlo, en los hechos, inservible, y derruir 30 años de lucha ¡de la propia izquierda a la que dicen pertenecer!
El descaro autoritario con el que se están comportando ya, sin límites de ninguna clase y lanzando a todo el aparato del Estado a una desbocada carrera al abismo tiene una razón: la farsa revocatoria no está generando interés real entre la población de a pie, la que tiene que romperse la espalda para ganarse el sustento y que tiene claro ya le dio un mandato constitucional al presidente por sexenio completo, mismo que nadie le está pidiendo que abandone.
La “revocación” estaría en camino de correr la misma suerte que el otro fiasco en el que el régimen derrochó absurdamente los recursos de los mexicanos: el dizque “juicio a los expresidentes” que terminó en un monumental fracaso. Y es que para que sus resultados tengan alguna validez legal deben salir a votar el próximo 10 de abril unos 37 millones de ciudadanos y ciudadanas. No se ve la manera en que lleguen a esos números ni con todo el brutal acarreo que seguramente realizarán, igualándose de nueva cuenta con su “pariente” el PRI.
El “teatro” se les está cayendo. Por eso han decidido destruirlo todo. Incluida la frágil democracia en el país. Y por lo que tarde que temprano, esos verdugos terminarán convertidos en reses chillonas de camino al matadero.
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