viernes, noviembre 22, 2024

México y Ucrania, entre la soberanía y la solidaridad

Pensándolo bien

Interrogado este lunes sobre el impacto que pudiera tener en México la invasión de Ucrania y sus muchas repercusiones económicas y políticas, el presidente Andrés Manuel López Obrador aseguró que no había razón para preocuparse. La economía se está recuperando, dijo, el peso está firme y el empleo repunta; ni siquiera ha aumentado el precio del gas, concluyó. Una respuesta más bien breve y sin duda optimista. Algo que hasta cierto punto es explicable: por lo general los mandatarios intentan enviar señales de certidumbre y confianza al público y a los mercados. Después de todo, la inestabilidad económica y financiera responde a la percepción de los protagonistas tanto o más que a los datos reales. Esperemos que, sin embargo, el deseo de inspirar confianza no sea el reflejo de una actitud desaprensiva basada en la subestimación de lo que podría venirse encima. Tal fue el caso en el tema del covid. Pese a la evidencia en contra, el Presidente optó por desestimar los alcances de la pandemia, afirmando al inicio que se trataba de poco más que una gripe y había que seguir abrazándonos y saludándonos. En ocasiones la necesidad de tranquilizar a la población o a los mercados puede ser contraria a la responsabilidad de prepararse con rigor y tomar las decisiones oportunas para paliar las consecuencias de una tragedia. Al margen de lo que diga en las mañaneras, cada vez más dedicadas al desahogo de datos, argumentos y descalificativos en contra de los periodistas y conservadores que lo atacan, asumo que en el resto del día el Presidente se convierte en Presidente y que, en ese carácter, su gobierno habrá de revisar puntualmente el impacto de la crisis ucraniana y sus secuelas, la manera en que podría afectarnos y la mejor forma de responder a ello. Es decir, que el optimismo se quedará del micrófono para afuera, y la prudencia y la previsión puertas adentro. Primero, por razones económicas. El conflicto está lejos de haberse resuelto, por no hablar de que todavía podría escalar a otra dimensión. Las tropas rusas aún no han tomado a Kiev, pero muy probablemente lo harán en el lapso de horas o pocos días. Las escenas trágicas entre militares rusos y civiles ucranianos podrían llegar a ser dantescas y concitar una indignación aún mayor en el resto del mundo. Y si bien las represalias políticas y económicas son indispensables para presionar a que Putin resuelva por otra vía sus agravios, también es cierto que las decisiones que los líderes políticos toman, muchas veces responden más a su necesidad de protagonismo frente a la tribuna, que al interés de sus pueblos. Algo que ya vimos durante el combate a la pandemia, en la que los jefes de Estado parecían estar metidos en una competencia para ver cuál resultaba más severo y “consecuente”, en ocasiones al margen de las consecuencias y penurias a las que condenaban a sus ciudadanos. Las presiones sobre Rusia, que seguramente seguirán aumentando, podrían tener complejas e insospechadas repercusiones que convendría revisar. El boicot a vuelos comerciales de aerolíneas rusas, la suspensión de actividades deportivas, la exigencia a que artistas y músicos rusos se deslinden de su gobierno, la prohibición a importar vodka, y otras medidas de ese tipo pueden parecer anecdóticas, pero ilustran los muchos rebotes que una decisión político militar tiene sobre otros aspectos de la vida. Para no ir más lejos, hoy leemos que Rusia suministra materias primas para partes automotrices y que una probable escasez comenzaría a afectar las líneas de producción, algo que impactaría el principal rubro de la economía mexicana de exportación, por ejemplo. En fin, la desestabilización del suministro de combustible y la dislocación del comercio mundial, provocarán secuelas a las que México no será ajeno, por desgracia. Solo espero que la Secretaría de Hacienda y la de Comercio no tomen al pie de la letra los exhortos tranquilizadores de AMLO y hagan un buen esfuerzo por examinar las muchas turbulencias que tendremos y las vías para paliarlas. Y, por otro lado, el escenario político no es menos preocupante. Estados Unidos encabeza las fuerzas internacionales que se oponen a la expansión de Putin. Ucrania sería la primera trinchera en la compleja batalla geopolítica con la que China y Rusia intentan redefinir el orden mundial. En escenarios de guerra, incluso de guerra fría, las posiciones éticas pesan poco y las lealtades, mucho. Son momentos de lógicas binarias en las que hay poco espacio para la neutralidad: “estás conmigo o estás contra mí”. Lo que en algún momento es un acto de soberanía, en otro momento es interpretado como una traición. Washington concibe a México como parte de su zona de seguridad nacional y en tanto socio comercial privilegiado, asume que la integración de un mismo espacio (Norteamérica) entraña responsabilidades comunes. Ya anticipó que el boicot a determinadas empresas o actividades rusas será exigido incluso a aquellas empresas que deseen seguir asociadas al mercado estadunidense. Todavía hay poca claridad de lo que eso podría significar, pero podemos anticipar que el clima intolerante que se instalará en el Capitolio y en la Casa Blanca será poco favorable para planteamientos basados en la soberanía unilateral de una nación en particular. México votó en el Consejo de Seguridad de la ONU en favor de la condena a la invasión rusa y con ello sorteó el primer gran obstáculo. Pero está claro que AMLO se siente incómodo con el tema, a juzgar por el escaso tiempo que le ha dedicado. Hasta donde se sabe, el avión enviado a Rumanía para repatriar mexicanos no llevaba suministros de ayuda para los muchos refugiados, contrario a lo que han hecho otros países, lo cual constituye una decisión que no pasará inadvertida. Este lunes el Presidente afirmó que no se restringirá el acceso de líneas aéreas comerciales rusas; habrá que ver cómo lo interpreta Washington, considerando que el espacio aéreo y fronterizo es en buena medida compartido y monitoreado. No estoy diciendo que debemos plegarnos ciegamente a todas las decisiones que tome Estados Unidos frente al conflicto en Ucrania. Solo digo que en tanto vecino y socio comercial de un país con el que tenemos más del 80% de nuestro comercio exterior, las posiciones que tomemos frente a esta crisis política podrían tener consecuencias. Espero simplemente que las facturas que debamos pagar, llegado el caso, sean el resultado de una decisión sopesada y consciente, y no de un arrebato patriótico, por digno que sea. En su momento había muchas razones para que el gobierno de la 4T hiciera un justo reclamo a la hostilidad de Trump para con los mexicanos, pero AMLO escogió no hacerlo. Más allá de las razones morales o un sentido de dignidad que lo exigía, resolvió que era más importante (e incluso más ético y digno, si se quiere) asegurar el tratado comercial, la migración, el turismo y las remesas que significan tanto para la prosperidad de millones de mexicanos. Por más que me hubiese gustado que pusiera en su sitio a Trump y sus infamias, me parece que el Presidente hizo lo correcto. En el justo balance que AMLO debe de encontrar entre la soberanía, las responsabilidades éticas frente a la comunidad internacional y los intereses materiales de millones de mexicanos, espero que no se equivoque.

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