martes, noviembre 5, 2024

Raro tiempo mexicano

Rolando Cordera Campos

La inflación puede ir a la baja y la pandemia también, pero sus huellas se han probado indelebles y nocivas. La primera, ha sido un cruel llover sobre mojado; la segunda, un recordatorio tajante y enorme de nuestras debilidades y vulnerabilidades que, podría decirse, es una desgracia (casi) congénita.

Salir de esto que muchos quieren ya ver como agresiva jettatura no será fácil ni menos una senda en línea recta. Los daños y dañados de la pandemia están y seguirán con nosotros por mucho tiempo. Los “bienes terrenales” inaccesibles para muchos debido a la nefasta combinación de la falta de empleos, ingresos e inflación, si bien en muchos casos superable, dejará una marca dolorosa en la memoria de cientos de miles que vivieron la indefensión sobre la indefensión que la enfermedad ya había sembrado. Por eso poner a la salud en un primer lugar de nuestras preocupaciones y ocupaciones, como recientemente ha insistido el doctor Francisco Moreno, es vital. Centralidad que, ciertamente, no se adquiere por decreto.

El riesgo de que pueda darse la reedición de una “estanflación” no sólo está presente, sino en cultivo abierto; siembra a la que contribuye con singular esmero una política económica desentendida, desapegada, del ciclo económico. Ausente o indiferente, según quiera calificarse, de las muchas bajas que dejó su práctica abstención contracíclica cuando más se le necesitaba, cuando apenas “ayer” a muchas pequeñas y medianas empresas calificadas de no esenciales se les obligó, se dijo como medida sanitaria necesaria, a cerrar cortinas y, sin apoyos, “quedarse en casa”.

Nadie sabe a “ciencia cierta” el caminar de las formaciones sociales, pero lo que sí hemos aprendido a resentir y a “descontar” es un singular cuasiautismo gubernamental al que hacen coro resignado o militante los órganos colegiados representativos del Congreso de la Unión. Por qué se comportan así los legisladores de la soberanía popular es otra de las incógnitas del laberinto sin salida a la vista en que se ha convertido la política económica mexicana.

Nadie sabe ni supo ni sabrá, parece haberse impuesto como consigna maestra de este extraño tiempo mexicano post-pandémico. Falta de compromiso y visión; negación cotidiana de la política. Panoramas difusos, tiempo líquido a decir del sociólogo polaco Zygmunt Bauman, en el que no hay espacio ni interés para hacer el inventario de daños y damnificados, a que nos hemos referido en esta nota de angustia, y actuar con diligencia.

No es justo lo que pasa; mucho menos si se le quiere hacer pasar como victoria sobre la adversidad. Representación  que (me) recuerda la calificación que, en su tiempo mexicano, hace Carlos Fuentes de nuestra historia, al describirla como Edenes subvertidos.

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