Sin tacto
Sergio González Levet
No obstante que el Presidente y sus seguidores insisten en decir que el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles es uno de los mejores del mundo, lo cierto es que palidece mucho ante las verdaderas centrales aeroportuarias del primer mundo, del segundo o de los riquísimos países petroleros árabes.
Tal vez lo que trata de decir Andrés Manuel López Obrador es que tenemos desde ayer el mejor aeropuerto que, a su consideración, nos merecemos los mexicanos. Y es que lo recuerdo como candidato cuando dijo en 2018 que no se debía construir el de Texcoco, ése que iba a ser uno de los principales del mundo por su aforo y por sus instalaciones faraónicas, como el propio Peje las describió así cuando visitó la obra, siendo apenas un aspirante a la Presidencia.
“Esa obra va a costar 2 mil millones de pesos que no tenemos los mexicanos y por eso si llego a la Presidencia lo primero que haré será cancelarla”, dijo en aquella visita -durante la cual regañó a un funcionario del gobierno de Enrique Peña Nieto que lo recibió para hacerle un recorrido-, y nos cumplió su profecía, lo que nos costó como 3 mil millones de pesos que menos teníamos los mexicanos.
Lo que me queda de esas impresiones del candidato y de las acciones del presidente es que tiene la seguridad de que los ciudadanos de este país debemos vivir una vida llena de austeridad, aunque con la honrosa excepción de sus hermanos, sus hijos, su Director de la CFE con sus casas en México y el extranjero, su Fiscal con sus cien autos antiguos de lujo, su ex Secretaria de Gobernación con su jubilación de magistrada de la Suprema Corte y su Notaría y su ingreso como senadora, y los que nos vaya revelando el malvado Loret, que es la misma personificación del demonio para el amloísmo.
Mientras sus hijos calzan tenis de varios miles de pesos, el mesías tropical advierte a los mexicanos que es pecado venial querer más de un par de zapatos.
Y así con el aeropuerto. El de Texcoco iba a ser el mejor de América Latina, un hito para la nación y además una oportunidad de negocios y de empleo para miles de mexicanos.
Sus accesos, sus modernas instalaciones, sus pistas de primera, los servicios de alta calidad que iba a ofrecer hubieran sido motivo de orgullo y un imán para el turismo y para las inversiones extranjeras.
Estaba destinado a ser un referente en la aviación mundial, un atractivo mayor para las líneas aéreas internacionales y una enorme aduana para productos y personas, que traería bonanza a nuestra economía y una mejor calidad de vida para los habitantes de este país.
Pero no. Andrés Manuel no quiere que seamos felices ni que disfrutemos los lujos de la vida contemporánea. Ese purgatorio se lo debemos dejar a sus hijos, a sus parientes, a sus cómplices.
Por eso el aeropuertito de cuarta de la 4T.
Bien que sigue su lema: “Robar, engañar, traicionar al pueblo”.