El Gobierno de la República y los gobiernos morenistas de los otros dos niveles están volcados a promover con todas las medidas legales y extralegales el voto ciudadano para el proceso de revocación de mandato que tendrá lugar el próximo domingo 10 de abril.
Por eso, en los próximos 14 días los mexicanos estaremos expuestos a una andanada de artimañas para convencernos de que debemos acudir a las urnas para lograr el deseo del Patriarca, que es tener más del 40 por ciento de la votación para que la decisión ciudadana sea vinculante.
¿Eso qué quiere decir? Pues nada en realidad, porque es seguro que la voluntad será en el sentido de que Andrés Manuel López Obrador continúe al frente de la Presidencia hasta el fin del sexenio, como se expresó claramente el primer domingo de julio de 2018.
Ir a una consulta popular cuando se conoce la respuesta resulta ocioso, y además va a resultar carísimo, en una nación que enfrenta graves problemas económicos que se reflejan en la falta de medicamentos en el sector salud, o la cancelación de programas exitosos en el sector educativo, o la falta de obras y mantenimiento en las carreteras nacionales, por nombrar solamente algunas de las enormes carencias que estamos padeciendo en este sexenio.
Pareciera que el interés único que puede tener el morenismo, es que se repitiera la volcadura de entusiasmo ciudadano de hace casi cuatro años, y que de ahí se pudiera empezar a manejar la posibilidad de que AMLO continuara al frente del gobierno federal por otro u otros periodos.
Pero no.
Los ciudadanos votaron en 2018 por un presidente que estuviera seis años, y que no se reeligiera. Fue una elección democrática para un cambio en la administración federal, no una revolución como la quieren hacer creer para cambiar las instituciones del país (por eso insiste el mesías que Morena no es un partido sino un movimiento ¿revolucionario?, ¿popular?, aunque es solamente un partido).
Es obvio que personajes como la senadora Gloria Sánchez o el gobernador Cuitláhuac García -que son los pejistas más furibundos y reconocidos de Veracruz- estarían felices de que Andrés Manuel se perpetuara en el poder, como lo han hecho tantos líderes de la izquierda, empezando por el papacito Stalin y siguiendo con Tito en Yugoslavia, Mao en china, Castro en Cuba, Kim Il Sung en Corea, Hugo Chávez/Maduro en Venezuela, Daniel Ortega en Nicaragua… y así por el estilo.
Sin embargo, la voluntad ciudadana expresada aquel domingo del primero de julio solamente se expresó en el sentido de que se atacara frontalmente a la corrupción galopante en que habían caído los gobiernos anteriores y que se aplicaran los dineros públicos de una manera congruente y eficaz, lo que no ha venido sucediendo.
Lo mejor que podemos hacer es no ir a votar. Dejar que este ejercicio inútil se muera por sí solo, y no caer en las trampas de la marrullería.
Recuerden el lema de la 4T: Mentir, robar, traicionar al pueblo.