Gobernantes de Veracruz

La sucesión inmediata de dos veracruzanos en la presidencia de la república: Miguel Alemán Valdés (1946-1952), Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958) produjo un nutrido almacigo de veracruzanos en cargos relevantes del gobierno federal, esa arribazón permitió sugerir en el imaginario colectivo que los veracruzanos eran muy “chichos” para la política, de esa percepción cultivada por la inercia de los decires surgieron el “en Veracruz, el más chimuelo masca plomo” y el “calvo peina trenzas”, pero...
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Almas pútridas

De acuerdo con el portal web de López Dóriga Digital, «han muerto 45 bebés a causa de tosferina. Ninguno de ellos estaba vacunado. Del total de bebés contagiados con tosferina, 20 eran recién nacidos menores de dos meses, y los demás tenían entre tres y 11 meses de edad». Por muchos años México fue campeón del mundo en materia de vacunación. Fuimos los primeros en erradicar la polio y otras terribles enfermedades que hoy están de regreso, como el sarampión. La destrucción del sistema de salud, hoy está demostrado, fue claramente...

Veracruz, siempre en el Top Ten

Lo último

Durante muchas décadas del siglo XX mexicano la entidad veracruzana gozó de lustrosa fama pública, incluso uno de sus gobernadores aspiró a convertirla en el “Granero y Yunque de la Nación”, acaso apotegma ilusorio pero pleno de saludable aspiracionismo, lamentablemente esa meta no se cristalizó en la realidad. Aquel luminoso brillo de Veracruz no era vano porque lo respaldaban los poderosos reflectores de sus recursos naturales, la disponibilidad de enorme reservas de agua, agricultura y ganadería en suelo fértil, el petróleo nos “lo escrituró Dios”, una universidad pública como fuente inagotable de distinguidos juristas, y gobernadores cuya investidura permanecía incólume e impoluta al término de sus respectivos mandatos, y por añadidura dos presidentes de la república nacidos en estas tierras de fulgurante sol tropical y elevadas montañas, daban cuenta del prestigio veracruzano. Siglo aquel preñado de esperanzas hacia el progreso, cuando todo Veracruz olía a caña y a petróleo. Entonces se intensificaba la emigración del campo hacia la ciudad, era el tránsito socioeconómico de lo rural a lo urbano; con la entrada en funcionamiento de la Comisión Federal de Electricidad se hizo la luz y en los años sesenta introdujo del servicio eléctrico a miles de comunidades marginadas, que a partir de entonces comenzaron a recibir el impacto de la mercadotecnia televisada, aunque también la gran variedad musical que sustituiría a las rokolas centaveras; se podía sentir el crecimiento económico y la relación entre gobierno y ciudadanía reflejaba respeto y esperanzas en recíproca sinergia. Pero, ¿qué pasó? ¿Dónde quedaron las bellas y alucinantes expectativas?  Porque, no nos percatamos de la sigilosa transformación que se avecinaba y de pronto en la relación gobernante-ciudadanía se produjeron abruptas distorsiones, a la vez que en el contexto social emergieron lacras como la drogadicción, la desintegración familiar, el alcoholismo, las bandas delincuenciales y ya nada fue igual. Peor aún, desde hace algún tiempo la entidad veracruzana figura en el top teen de las estadísticas más negativas: primero, segundo, tercero o cuarto lugares en diversos índices estadísticos: como la incidencia delictiva (seis cárteles de la droga operan en el territorio), feminicidio, en fosas clandestinas, en desaparecidos, en enfermedades de alto impacto, incluyendo  cáncer, diabetes, obesidad, hipertensión, contagios de VIH, número de contagios y decesos por Covid-19; pobreza laboral y desigualdad social de una población con grandes sectores viviendo en pobreza extrema, ante este panorama es explicable la interrogante ¿qué ocurrió? Frutos de una decadencia cultural, o distorsiones en el flujo hacia “el progreso” y la polarización política o son la encarnación de la inconformidad, tal es el escenario que nos contempla. A no dudarlo, un teatro social de proporciones kafkianas.

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