No es inédito, pero si raro, el caso de la diputada Alexia Garmiño, quien dejó su curul después de votar en contra de la reforma propuesta al pleno de la Cámara con origen de CuatroT. La legisladora es, o era, militante del Partido Verde porque coincide con sus postulados de defensa al medio ambiente, una postura más que virtual de un partido político convertido en franquicia para venderse al mejor postor. “Hagan con su curul lo que quieran”, expresó la señora Garmiño antes de solicitar licencia para abandonar su condición de legisladora, después de ser expulsada del referido partido. Su defensa a ultranza del medio ambiente la empujó hacia esas siglas, pronto supo de su error y lo remedia alejándose de la Cámara de diputados. Ojalá reflexione y regrese porque su actitud y convicción refresca el contaminado aire de San Lázaro. Acompaña a ese gesto otro “desistimiento” cameral, se recuerda otro acaecido durante los álgidos días de 1988 cuando se integró la Cámara de diputados y el PRI no contaba con mayoría calificada; cuando la tecnocracia arribaba al más alto sitial del poder en México, para desplazar a los “dinosaurios políticos”. En ese entorno se produjo la licencia del diputado Abraham Martínez Avilés, ex rector de la Universidad de Oaxaca, alegando que no estaba “formado en la ortodoxia del PRI, (y) no sabía que en la cámara sólo se puede hablar cuando el líder lo ordena”. Son garbanzos de a libra, desafortunadamente solo de vez en cuando se producen.