Allá… y acá
Todo Estados Unidos se conmocionó este martes al saber que un mozalbete de 18 años
llamado Salvador Ramos, entró en una escuela primaria en Uvalde, (población al sur de
Texas de 16 mil habitantes) y disparó a mansalva matando a 19 niños y dos adultos.
Las escenas posteriores a la masacre son impactantes lector; el llanto de padres y hermanos
conmueve. “Por qué a nosotros que no le hacemos daño a nadie; por qué a nuestros hijos
que eran unos niños inocentes”, dijo un miembro de la comunidad habitada en su mayoría
por hispanos de escasos recursos; gente buena y de trabajo.
La noticia le dio la vuelta al mundo y el mundo condenó el hecho. Joe Biden al fin mostró
que no tiene horchata en las venas y dijo visiblemente conmovido: “Como nación debemos
preguntarnos ¿cuándo en nombre de Dios nos enfrentaremos a los cabilderos de las armas?
¿Cuándo haremos lo que se tiene que hacer?”.
La tragedia dominó todos los informativos de la Unión Americana, desde las modestas
estaciones de radio hasta las grandes corporaciones de televisión. Ayer sólo hubo una
noticia destacada: la masacre de Uvalde.
“Toda la nación está en shock” dijo un comentarista televisivo y no mintió porque literal,
allá todo mundo está en shock.
¿Y el mozalbete?
Cayó abatido por las balas de los policías que llegaron como enjambre en apenas minutos.
La víspera de ese ataque y de este lado de la frontera, hombres armados ingresaron a dos
antros en Celaya y mataron a 11 personas.
Los sicarios llegaron en varios autos al bar del hotel Gala, ubicado en la colonia Valle
Hermoso y dispararon contra quienes ahí se encontraban; luego caminaron unos pasos y
dispararon en otro bar al que le prendieron fuego. El saldo fue de 11 muertos, ocho eran
mujeres.
En su mensaje Joe Biden dijo: “Este tipo de tiroteos en masa realmente no pasan en
ninguna otra parte del mundo” pero se equivoca. Acá los padecemos desde hace 25 años,
pero se agudizaron con la llegada al poder de la 4T hasta convertirse en cotidianos. No hay
semana en que no se registre al menos una masacre, sin contar los 80, 90 o 100 asesinatos
diarios.
En Estados Unidos los 19 niños y dos mayores sacrificados serán recordados por
generaciones. Acá de este lado del Bravo las ocho mujeres y tres hombres ya fueron
enterrados y serán olvidados cuando ocurra otra masacre. Es decir, hoy, mañana o pasado
mañana.
Allá la reacción de la policía fue pronta y a pesar del número de muertos que no pudieron
evitar, evitaron un número mayor al abatir al mozalbete.
Acá de este lado concretamente en Celaya, los policías llegaron cuando el incendio se
estaba sofocando, acordonaron el sitio de la aniquilación y eso fue todo.
Allá a Salvador Ramos le estaría esperando la silla eléctrica de haber sobrevivido. Acá a los
delincuentes (lo dijo el presidente), hay que cuidarlos.
¿Qué tal durmió, gobernador?
Seis días después de su desaparición, el cuerpo de Viridiana Moreno Vázquez fue
encontrado sin vida en Chachalacas. Si esta es una noticia cruelmente dolorosa para sus
padres y amigos, es lo que le sigue a pésima para Cuitláhuac García.
En verdad lector, no me gustaría estar en los zapatos de este pobre hombre que estaba en el
momento equivocado y en el lugar equivocado el día que protestó como gobernador.
Si no sucede otra cosa hoy tendrá que enfrentarse a un ejército de reporteros y contestar una
andanada de preguntas. La principal, quién lo empinó para que declarara que Viridiana no
estaba desaparecida sino resguardada.
Me comentan que cuando supo la noticia palideció y se pasmó. Y debe ser, ¿o cómo te
pondrías lector si intuyes que el mundo se te va a venir encima?
Insisto, pobre hombre, nomás hay que ver como lo empieza a castigar la vida.
Imagino que ayer llegó a sus aposentos deseando que ahora sí lo llamen de Palacio
Nacional y le ofrezcan una oficialía de partes o una subdirección de algo; cualquier cosa
con tal de mandar al diablo la gubernatura.
La muerte de la joven quizá le produjo taquicardia, le alteró la presión arterial y disparó los
niveles de su glucosa, lo que debió hacerle la noche muy larga.
A propósito, ¿qué tal durmió, gobernador?