Por Edgar Hernández*
Flaco, cansado y sin ilusiones se observa por estos días a Cuitláhuac García, luego de tantas fallas y fracasos cuya culminación se da al hacerse pública la encuesta nacional que lo coloca en el lugar 32 de aceptación ciudadana.
A modo de sorna sus seguidores, los cacalovers, comentan que por fin se le hizo llegar al primer lugar, pero de atrás para adelante.
Su caída en la preferencia ciudadana no es casual, menos intempestiva. Se sucede luego de que en los últimos tres años anduvo rondando los lugares 30 y 31.
Se produce tras los pésimos resultados en materia de seguridad pública, asesinatos de periodistas, el recién asalto al “Acuario de Veracruz” para disponer abusivamente de los 200 millones de pesos que deja de utilidad y permitir que se echaran a perder 800 mil dosis de medicamentos contra el cáncer.
Veracruz, que a lo largo de su historia ha dado héroes nacionales, luchadores independentistas, defensores de la república ante el invasor, siete presidentes de México, una cuota sexenal no menor de secretarios de estado y funcionarios de primer nivel, así como grandes exponentes de la música, la poesía y la medicina y que ha sido el bastión del liberalismo y cuna del gobierno trashumante de Benito Juárez, hoy alberga en Palacio al peor gobernador.
Muy probablemente a Cuitláhuac eso le vale madre, para el veracruzano sin embargo, es el orgullo herido.
Y es que mientras el gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya se ostenta como el mejor mandatario estatal con el 53% de aceptación ciudadana, el de Veracruz solo dispone del 13.2% de la preferencia ciudadana.
Su mal gobierno, su errática política pública, la deshonestidad de sus equiperos, las transas del día a día, el nepotismo en todos los niveles de la estructura de poder y los arreglos en lo oscurito en materia de obra pública como pan de cada día, se suman a la inseguridad pública y el hambre.
La pobreza y la extrema pobreza agudizadas en los últimos cuatro años, la mayor parte consumidos bajo su gobierno, ha ido en procura del descrédito, del rechazo a su gestión y de terminar por no creerle al presidente López Obrador que ve en Cuitláhuac al más honesto, bendito y el de los resultados.
De pena observar que Veracruz tiene las peores calificaciones en materia de control de la corrupción; que es un gobierno cerrado; que la inversión privada está caída; que es mínimo el apoyo a gente de escasos recursos, y que la obra pública es de escenografía.
¿Cuál es la obra emblemática que habrá de caracterizar a este gobierno una vez que se vaya?
Los servicios de salud están evidencia tras el despido del Secretario de Salud, Roberto Ramos Alor -17 mil muertes por Covid-19-, el turismo estatal que nos tuvo por décadas en tercer lugar, se perdió; el combate a la corrupción solo escaló un 8.5%, mientras la seguridad estatal del 100 por ciento solo alcanza el 1.8%.
Hoy solo el 1.1% de los 8.3 millones de veracruzanos se sienten seguros y aunque no lo dice la estadística no hay duda que el ciento por ciento de los periodistas nos sentimos inseguros y en persistente zozobra.
Ello da como resultado que solo el 13.2% de los veracruzanos apruebe el desempeño de Cuitláhuac García. Por eso se encuentra en el lugar 32 y no está más abajo porque ya no hay con quien disputarlo.
22 veces ha venido el jefe del ejecutivo federal a Veracruz a la nada en materia de alcance social.
Su presencia real es para hacer grilla, checar los subejercicios, constatar el trabajo en favor del ejército chairo llamado “Servidores de la Nación” y para garantizar que camine Veracruz rumbo al 2024 por la vía de lo que mejor les sale, la trampa comicial.
Esa es la triste realidad en Veracruz.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo