La renuncia o despido del doctor Roberto Ramos Alor de la titularidad de la Secretaría de Salud de Veracruz no provocó ningún estremecimiento al interior de ese sector tan estratégico en toda administración de gobierno; subrayadamente porque a tres años de tomar la responsabilidad poco aportó para el mejoramiento de la atención médica en esta entidad. Desde su inesperado y sorpresivo nombramiento, Ramos Alor simplemente no exhibió las credenciales con suficiente crédito para enfrentar el enorme reto de conducir a mejores niveles el Sector Salud, cuya función central radica en atender a la población sin acceso a la seguridad social, coincidentemente la de menores recursos económicos. Sin embargo, el médico sureño en 2018 fue designado Secretario de Salud, precisamente cuando desde el gobierno federal se anunciaba la ya fallida propuesta de elevar el servicio de salud mexicano a los niveles estandarizados en los países bajos. Corresponde al gobernador, en atención a los criterios de transparencia y rendición de cuentas, ordenar se informe sobre las auténticas razones de este relevo. Si algo pudiera ser más desalentador para quienes requieren de los servicios médicos del sector público, no parece encontrarse en el sustituto designado pues, si bien encuentra la vara muy baja, mientras persista la dirección bicéfala en la administración de esta Secretaría poco de buenos resultados habrá. Si no impera la unidad de mando otorgando la primacía de este al titular de la Secretaría no habrá cambios sustantivos en la mejora; resulta aberrante que, en Sector tan prioritario de Servicios de Salud, el área administrativa aparezca como la que dicta las directrices sin supeditación de mando respecto del titular de la Secretaría. Unidad de mando, delegación de autoridad y de responsabilidades, Organización, Dirección, evaluación y control siguen siendo la mejor guía para una administración eficiente, pública o privada.