lunes, noviembre 18, 2024

Marcelo Ebrard y su coyuntura política

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“El berrinche de Camacho” fue el calificativo adosado a la actitud del entonces Regente del Departamento del Distrito Federal, cuando en abierto reproche al presidente Salinas no se disciplinó ante la candidatura presidencial otorgada a Luis Donaldo Colosio, fueron los últimos meses de 1993, un otoño pleno de singularidad en el Sistema Político Mexicano, donde la palabra del presidente todavía era Vox Dei. Pero, ¿realmente fue inapropiada la reacción de inconformidad de Camacho Solís? Para una respuesta certera o al menos aproximada a la realidad de aquellos acontecimientos es conveniente recordar el contexto en el cual se desarrollaron: la elección de 1988 es un genuino parteaguas político, muchos elementos así lo confirman, empezando porque reflejó las consecuencias de la ruptura al interior del PRI ocasionada por quienes conformaron la recordada “Corriente Crítica” (Cuauhtémoc Cárdenas, Muñoz Ledo, entre otros), su posterior salida del partido y la postulación de Cárdenas por el Frente Nacional Democrático a la presidencia de México. También, el devenir del equipo salinista en el periodo poselectoral, cuando Manuel Camacho Solís encabezó las negociaciones de acercamiento con el PAN y con el Frente Democrático cuya intransigencia para defender un “triunfo” inexistente orilló al PRI a conceder, en lo que todos conocimos como “las concertacesiones” muchas de las propuestas de la oposición. Camacho protagonizó estelarmente aquellos momentos y como haya sido atemperó los ánimos panistas y lograron aislar la fuerte resistencia del naciente perredismo. Se estaba consolidando el desplazamiento de los políticos por los tecnócratas, todo un capítulo de nuestra evolución política. En el reparto de puestos, a Camacho correspondió la Regencia del Departamento del Distrito Federal, y a partir de su nombramiento fue un precandidato casi natural a suceder a Salinas de Gortari, pues durante el sexenio siempre fue cabeza de grupo. Entonces ¿por qué Colosio y No Camacho? La respuesta la tiene solo Salinas de Gortari, quien, como todo político una vez picado por “el pinche poder”, no estaba decidido a cederlo al que de entrada (Camacho) asumiría la presidencia con todo un bagaje de carácter y experiencias propios dejando para Salinas el agradecimiento de haber cumplido su compromiso sucesorio a su favor. En cambio, Luis Donaldo Colosio fue encumbrado por Salinas, le debía todo y era más susceptible de ser copado con recomendaciones del expresidente. Pero ¿y qué con Marcelo Ebrard? Sin duda, la tutoría política de Camacho es inseparable de su génesis y trayectoria, por esa relación Ebrard abrevó mucho de su conocimiento del trasiego político administrativo; con Camacho, Marcelo Ebrard emigró al Partido del Centro Democrático, primero, y al PRD después, fue diputado, Secretario del gobierno camachista en el DDF, Subsecretario de Relaciones y obtuvo la Jefatura del Gobierno de la CDMX 2006- 2012 con AMLO, ya con el aval de López Obrador. Ebrard vivió de cerca el mal llamado “berrinche de Camacho”, sin duda una cruda, pero aleccionadora experiencia. En 2012 fue electo Jefe de Gobierno de la CDMX, por ese gran escaparate obtuvo los reflectores nacionales y ganó la simpatía de un gran sector de la clase media mexicana, tal circunstancia lo favorecía para ser el candidato del PRD más competitivo para ganar la presidencia de México; pero topó con la terquedad de López Obrador, quien también aspiraba contando con sólido respaldo popular, aunque huérfano de simpatías en el sector que favorecía a Ebrard. Previendo que sin el apoyo de Andrés Manuel López Obrador sus alcances competitivos no bastarían para el triunfo electoral, Ebrard cedió el paso a López Obrador, quien por un punto porcentual no obtuvo el triunfo electoral en 2012 y Felipe Calderón fue el presidente de México. Ahora, Marcelo Ebrard es uno de los precandidatos de Morena destapados por el presidente, aunque por alguna razón, se percibe, no es la primera opción y acaso ni la segunda, ¿por qué? en alguna de las recamaras mentales de López Obrador debe estar la respuesta precisa, sin embargo, no escapan al ojo público los sinsabores de Ebrard en su desempeño como Secretario de Relaciones Exteriores, ninguneado y hecho a un lado no pocas veces. Hasta de la Madrid un presidente logró que su candidato lo sucediera, Zedillo no pudo y acaso tampoco quiso, a Fox, le ganó la candidatura Calderón, a éste su partido no le dio franquicia libre para poner candidato sucesorio, y Peña Nieto, obviamente, tampoco se libró de esa “maldición”. Si la tendencia continúa, entonces quizás Marcelo Ebrard tenga la gran oportunidad, o, como dijera el gallego: “si no, no”.

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