Cirilo Rincón Aguilar
La generación de jóvenes de los años 40 y 50´s crecieron marcados, no todos, por la legendaria imagen del Che Guevara y Fidel Castro. Uno ataviado con la boina ladeada y la estrella roja que identifica a los regímenes comunistas y, a Fidel por su esposa barba e inseparable cachimba, enfundado en su uniforme verde olivo.
La lejana juventud de aquellos años expresaban su anti imperialismo yanqui con la quema de banderas con sus barras y estrellitas significativas de los cincuenta estados de la unión americana. Como ahora ocurre con las marchas del dos de octubre, la juventud encuentra en la protesta por los estudiantes asesinados en la plaza de Tlaltelolco, la válvula de su rebeldía estacional.
Pero como siempre ocurre con el paso del tiempo, el reposo siempre viene acompañado de nuevo eventos; así ocurrió con la a actual Revolución cubana, pronto perfiló el fondo de su realidad, dejó de ser expresión de la esperanza libertaria del pueblo cubano para dar paso a una nueva oligarquía apoyada en un nuevo régimen más represor, violento e injusto que el del depuesto tirano Fulgencio Batista.
En la realidad, la Revolución cubana se redujo a la conquista del poder para beneficio exclusivo de las nueva clase gobernante.
Por ello, llama la atención de los libre pensadores, que el presidente López Obrador luzca en el pecho la medalla José Martí impuesta por el neo dictador cubano Miguel Díaz-Canel, esa que antes recibieron en medio de gran pompa palaciega los igualmente dictadores Nicolás Maduro y Hugo Chávez.
Si como parece, el nuevo régimen trabaja para que los mexicanos igualemos los altos índices de pobreza extrema como la de Cuba, Nicaragua y Venezuela, por citar sólo los gobiernos rechazados por la administración Biden para participar en la Cumbre de las Américas, por algo será.
Si no cambia de rumbo el gobierno de México, muchos de sus líderes deberán pensar en armar maletas para el viaje de regreso a sus hogares.