Juegos de poder
Leo Zuckerman
A diferencia de las elecciones del año pasado, el presidente López Obrador no fue rijoso con el Instituto Nacional Electoral (INE) en los comicios de este año. Parecería que ya se dio cuenta de que, por un lado, su propuesta de reforma constitucional en materia electoral no pasará en el Congreso y que, por el otro, su partido y sus candidatos requerirán de un árbitro sólido en 2024. El hecho es que AMLO ha sido más benigno con el INE en 2022 a diferencia de 2021. No así Claudia Sheinbaum.
En su afán por quedar bien con su jefe y ganarse la candidatura de Morena a la Presidencia, la jefa de Gobierno capitalino se ha unido a las diatribas presidenciales en contra del INE. No bien habían terminado las elecciones del domingo pasado, donde Morena ganó cuatro de las seis gubernaturas en juego, cuando Sheinbaum ya estaba descalificando al INE. “La autoridad electoral no estuvo a la altura de las circunstancias”, afirmó.
¿Perdón?
Habría que preguntarle a la jefa de Gobierno qué esperaba ella del INE.
Quizá que no aplicara la ley que los mismos partidos se dieron para competir en las elecciones. ¿No sancionar a los funcionarios públicos que hicieron campaña contraviniendo las normas establecidas? ¿No fiscalizar la utilización de recursos públicos? ¿O no instalar más de 21 mil casillas el domingo pasado equivalentes a más del 99%?
Quizá Sheinbaum quería que los ciudadanos que cuentan los votos hicieran mal las sumas y le dieran todavía más sufragios a Morena de los que obtuvo. ¿O que no sirvieran los conteos rápidos que predijeron con toda precisión los resultados de esa jornada? ¿O que los Programas de Resultados Preliminares no funcionaran para reportar la victoria de Morena en cuatro estados?
La realidad es que, de nuevo, la organización de los comicios del domingo fue ejemplar. Se abrieron las casillas, se recibieron los votos, se contaron, se trasmitieron las cuentas y, tan pronto como a las ocho de la noche del domingo, ya sabíamos los resultados de las elecciones.
Otra victoria más del INE.
Sin embargo, Sheinbaum no lo reconoce, haciéndole eco al reclamo de AMLO. Y a su estrategia histórica porque Claudia, como Andrés Manuel en el pasado, se está curando en salud desde hoy, antes de las elecciones de 2024.
Si ella llega a ser la candidata presidencial de Morena en 2024 y pierde la elección, le echará la culpa de su derrota al INE. Dirá que ella siempre desconfió de un árbitro parcial. Si gana, siguiendo los pasos de López Obrador, afirmará que lo hizo a pesar del INE.
No hay pierde en este discurso victimista.
La jefa de Gobierno también dijo: “Lo que se demuestra es que cuando hay una participación y la gente se vuelca en las urnas, hay una orientación muy clara, ahí los organismos electorales creo que una vez más mostraron, pues, su parcialidad y hay mucho pueblo, yo creo que eso es lo que hay que decir”.
Pues no, la gente no se volcó masivamente a las urnas. De hecho, una de las características de la elección del domingo fue su baja participación, factor que le ayudó a Morena a ganar en cuatro entidades. No salió mucho pueblo, sino poco. Pero ya sabemos que a Sheinbaum, a falta de un estilo propio, le gusta imitar a López Obrador.
Ni qué decir de su reclamo de “parcialidad” de los organismos electorales. ¿Parcialidad cuando Morena y sus aliados se llevaron el 54% de los votos el domingo pasado? ¿Parcialidad cuando Morena y sus aliados gobernarán en 22 de los 32 estados gracias a elecciones arbitradas por estos organismos?
¡Hombre!, pues resulta urgente revisar el significado de la palabra “parcialidad”.
El INE, la joya de la corona de la transición a la democracia, peligra. Al partido gobernante, que cada vez tiene una mayor presencia regional, le incomoda un instituto que hace bien su trabajo. No quieren un árbitro sino un lacayo que les permita ganar todo: el 100% de las elecciones. Eso es lo que piensa el Presidente, ahora en voz de su delfina, siempre solícita en imitar a su jefe con los mismos gestos y palabras.