jueves, noviembre 7, 2024

La mente colectiva porosa e irreflexiva

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Sin pretender incursionar en el sagrado recinto de la psicología social, una visión a vuelo de pájaro sería suficiente para coincidir con los conocedores del tema que el individuo pierde capacidad de raciocinio y de reflexión cuando está inmerso en la condición de hombre masa, y no se requiere de mucha ciencia para comprobarlo. Los casos que a continuación citaremos pudieran no ser testimonio de lo arriba referido, es decir no corresponder a ese apartado de la psicología, pero sin duda de alguna manera ilustran la forma en que irreflexivamente se repiten en automático las frases pronunciadas por personajes que gozan de fama, así sea efímera. No pocos recordarán que en agosto de 1990 Sadam Hussein, mandamás de Irak, invadió Kuwait con lo que llamó “la madre de todas las batallas” (después vendría la Guerra del Golfo del comando aliado contra Hussein), a continuación, en casi todo el mundo empezamos a escuchar “la madre de todas las ceremonias”, “la madre de todas las series mundiales”, etc., y por supuesto México no fue la excepción, aquí escuchamos: “La madre de todas las elecciones”, se le llamó a la de 1994 y a otras más. En México tenemos variedad de semejantes casos: bastó que don Jesús Reyes Heroles pronunciara aquella frase: “la forma es fondo” para que en el lenguaje político de sus contemporáneos se le brindara rendidos honores pronunciándola a diestra y siniestra, sin jamás conocer ni la forma ni el fondo. Y cuando Luis Donaldo Colosio, ya en su carácter de precandidato favorito de Salinas a la presidencia, expresó: “soy producto de la cultura del esfuerzo”, por todo el país empezamos a escucharla reproducida por doquier evocando a Colosio, pese a que en el México de aquellos tiempos más del 80% de los profesionistas habían alcanzado esa condición provenientes de los más bajos estratos económicos, no como Colosio cuyo estándar familiar pertenecía a la clase media alta, lo cual le permitía acceder a instituciones educativas como el Tecnológico de Monterrey sin mayores esfuerzos. ¿Quién no recuerda aquel anuncio que promovía con mucho éxito al brandy Presidente: “¿Yo, presidente, obviamente”, reproducida con una profusión digna de mejores causas? ¿Y eso de “en tiempo y forma”? Grande es este repertorio de repeticiones insulsas, pero en honor a la brevedad citemos una más: “México, arriba y adelante”, fue la frase de campaña de Luis Echeverría que aún ahora pocos podrían explicar su críptico contenido y acerca de su “profundo” significado, no obstante, formó parte, como cartabón ineludible, del discurso político de aquel sexenio 1970-1976. Son solo muestras de cómo impacta en la mente colectiva el mensaje subliminal diseñado para cautivarla. Mercadotecnia política que sirve para adormecer a las mayorías que cuando despiertan de su letargo encuentran que “el monstruo sigue allí”.          

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