Por supuesto, en la infinita variedad de caracteres, a no todo ser humano le afecta la angustia por trascender su condición física en el tiempo y el espacio; vidas hay cuyo transcurso por esta dimensión se traza en línea recta hasta llegar al final sin dejar huella ni rastros existenciales. Para otros, sin embargo, constituye una amarga experiencia “vivir” su vida sin experimentar la grata sensación de haberle dado sentido a su existencia, en la variada forma de conseguirlo está la diferencia, unos lo hacen para bien, otros dejan tras de sí la marca negativa de su existencia, y allí queda como constancia efímera porque las borra el tiempo apenas concluida la existencia física. Aspirar a tener parangón con hombres de acción como Leandro, César Augusto, Alejandro, Atila, Ciro, Napoleón, Fidel, Mandela; o desarrollar la inspiración como lo hicieron Jesús, Solón, Licurgo, Pericles, Poblícola, Numa, Sócrates, Platón, Aristóteles, Demóstenes, Paracelso, Galileo, Copérnico, Rafael, Miguel Ángel, Maquiavelo, Cervantes, Shakespeare, Goethe, Marx, Hegel, Schopenhauer, Nietzsche, y muchísimos más en un extenso etcétera de almas grandes, una constelación incomparablemente excelsa si consideramos los millones de seres humanos que han poblado el planeta en el decurso de esas vidas de hombres sobresalientes. Esta reflexión deriva de un evento cultural al que asistimos el martes pasado en la Sala del Cabildo xalapeño, donde la destacada periodista Sonia García presentó el libro de su autoría: “Rubén Pabello Rojas, Vida, obra y pensamiento. Del ser al trascender”, de Agua Arena Editorial. Se trata de una narrativa con depurado estilo, destilado en fina prosa; versa sobre la vida y obra de Rubén Pabello Rojas, un ciudadano xalapeño y ex alcalde de destacada trayectoria política y cultural, a quien la camada de sus contemporáneos reconoce como hombre productivo. Eso, por sí, deja huella. Sin embargo, para algunas almas no basta el reconocimiento de sus coetáneos y exploran con sublime obsesión la posibilidad de trascender a sus tiempos y acaso figurar en el limbo de las manifestaciones humanas más allá de la presencia física. A tal condición pudiéramos categorizar como la humanizada tendencia hacia lo excelso. No sabemos si será el caso de Rubén Pabello Rojas, aunque estamos convencidos de su acentuada presencia entre las generaciones de su tiempo compartido. Ni duda cabe, ojalá en su permanente lucha el hombre privilegie la búsqueda de la excelencia para trascender por el espíritu, en vez de la conquista y la dominación por el poder de la fuerza. Intentarlo es señal positiva, tal cual ha sido manifiesto con singular acento en la vida y obra de Rubén Pabello Rojas. Bien lo dijera Voltaire: “La única aristocracia que reconozco es la del pensamiento”.