domingo, noviembre 17, 2024

En Washington la vida es más sabrosa

Política Cero

Jairo Calixto Albarrán

Los métodos del sector opositors, en su afán para acabar, como debe ser, con la cuarta transformeichon, me llenan de nostalgia. Sobre todo al ver que sus estrategias son prácticamente calcadas de Willy E. Coyote en su eterna lucha por merendarse al Correcaminos. Por eso se caen al precipicio, los aplastan las rocas, los atropellan salvajemente, se estampan contra los cerros y les explotan sus bombas y artilugios marca Acme. El problema de la oposición es que está guiada por el mal humor, el enojo, el odio, el rencor social y así; un verdadero cóctel que sería el festín en un encuentro de psicología en Viena.

Eso sí, uno tiene la culpa por hacerles caso en sus histerias, fake news, puestas en escena y melodramas rancheros a los que sistemáticamente recurren para lograr su objetivo: regresar al evangelio prianchuchista-peñista-Jelipista. Lamentablemente para su causa, nada les funciona. Primero nos dijeron que en cuanto entrara López Obrador al poder se iba a acabar la diversión y que todo se iba a ir al caño, cosa que no sucedió. Yo hasta fui a cambiar mis varos por dólares porque lo decían chumeles, brozos y lorets que se supone son gente bien educada. ¿Y qué gané? Nada; de hecho perdí una lana que iba a invertir en bitcoins como decía Salinas Pliego, aunque de todas maneras me iba a cargar el payaso. Luego nos dijeron que prácticamente Biden odiaba a AMLO porque se la ha pasado despreciándolo: no lo felicitó a los dos segundos y boleándole los zapatos como esperaban claudiotresequisgonzalistas después de su triunfo, y que no habría piedad para México, sobre todo porque no acudió a la Cumbre Borrascosa de las Américas y que por lo tanto iba soltar unas bombas nucleares sobre México para limpiar la afrenta.

Yo hasta me mandé a hacer un refugio antinuclear, Jacobo, para salvar el pellejo frente al Apocalipsis que, al final, resultó más ficticio que las refinerías y hospitales de Calderón.

Lo mejor fue el análisis duro y directo sobre el lenguaje corporal de López Obrador en su reunión con Biden. Una serie de interpretaciones como de las Hermanitas Vivanco. Yo hasta renté un traje tipo Luis XVI para que no me regañara la señora Bárbara Tijerina, que es como la Sandra Cuevas del análisis charro del lenguaje corporal, que entre más la conozco, más valoro a Mhoni Vidente.

Ya no le voy a hacer caso a los opositores, chale, porque ahora resulta que en Washington la vida resultó más sabrosa.

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